Marcel miraba la pantalla con atención desde su lujosa oficina, el humo de su cigarro llenaba la estancia con un aroma intenso y asfixiante. En sus labios se dibujaba una sonrisa torcida, cruel. Había filtrado la información con un único propósito: destruir a Nicolás Lancaster. Ese imbécil se había metido en su camino una vez, y ahora pagaría el precio.
Minutos después, los secretos de los Lancaster comenzaban a regarse como pólvora en una pradera seca. Los documentos estaban por todas partes: entrevistas privadas, estrategias de mercado, cifras millonarias, informes confidenciales y contratos empresariales cuidadosamente protegidos. Todo se había hecho público. Incluso el polémico contrato matrimonial entre Nicolás y Hellen.
La ciudad estaba en caos.
En las oficinas centrales, los inversionistas exigían respuestas. Sus datos y materiales sensibles estaban expuestos al mundo entero. Era un escándalo sin precedentes. Las acciones de Lancaster Corp. se desplomaban sin freno. Nicolás no