Los días comenzaron a transcurrir lentamente para Hellen, pero no por aburrimiento, sino por la emoción de preparar la fiesta sorpresa para Nicolás. Cada mañana se levantaba temprano, revisaba los detalles, coordinaba llamadas y se reunía con la organizadora que había contratado. Sin embargo, se había reservado el placer de escoger ella misma las cosas pequeñas: los manteles, las servilletas, los adornos de mesa y algunas luces especiales que quería colocar en el jardín.
—¡Estos centros de mesa están hermosos! —exclamó Hellen, mientras recorría una tienda decorativa junto a Cecilia.
—Sí, y van perfecto con la temática elegante y sobria que planeas. —Cecilia asintió, tomando uno de los arreglos para examinarlo mejor.
Unos pasos detrás, Michael empujaba el carrito de compras, visiblemente agotado.
—Me duelen los pies —se quejó, deteniéndose con un suspiro dramático.
Cecilia se acercó con una sonrisa divertida y le dio un beso rápido en la mejilla.
—Si usaras tacones como nosotras, no te