Tatiana sostenía la copa con elegancia fingida, sentada en uno de los bares más exclusivos de la ciudad. Las luces tenues y la música suave no lograban calmar la tormenta que llevaba dentro. En su celular, las imágenes de Hellen caminando de la mano con Nicolás y los trillizos por las calles de París la hacían hervir de rabia. Las fotos eran perfectas, capturaban sonrisas, besos y complicidad. Los medios ya hablaban del "matrimonio del año", de "la familia perfecta".
Ella, en cambio, estaba sola, abandonada por Marcel, ignorada por la sociedad que antes la aclamaba. La copa estalló en mil pedazos contra el suelo cuando la arrojó con furia. El sonido abrupto hizo que varias miradas se volvieran hacia ella. Tatiana frunció los labios con molestia y alzó el mentón. No le importaba. O eso quería aparentar.
—Maldita Hellen… todo siempre le sale bien —murmuró, con el ceño fruncido y la mandíbula tensa.
Pidió otra copa. El alcohol le quemaba la garganta, pero al menos le hacía olvidar por mi