En todos los noticieros locales y en redes sociales, el rostro de Julio aparecía acompañado de un titular aterrador: “Se busca por asesinato. Sospechoso prófugo de la justicia”. Raquel observaba la pantalla del televisor con el rostro fruncido, mientras sus dedos tamborileaban con impaciencia sobre la mesa de centro. No podía creer la magnitud del desastre.
Julio estaba en su sala, con el rostro demacrado, sudando frío. Sus ojos vagaban sin dirección, pero una sonrisa torcida se asomó en sus labios.
—Al parecer soy famoso —soltó con tono burlón.
Raquel giró la cabeza rápidamente hacia él, con furia contenida.
—Eres un imbécil —espetó—. Vas a ir a prisión y tu vida se va a acabar. ¿Qué carajos te pasó por la cabeza, Julio? ¿¡Qué demonios hiciste!?
Julio soltó una risita amarga, sacudiendo ligeramente la cabeza.
—Pienso escapar —murmuró, como si la idea fuera la más lógica del mundo.
Raquel lo miró con incredulidad. Se acercó y lo observó a los ojos. No veía arrepentimiento, solo desesp