—Jasper, por favor. ¿Querías que eligiera a otra mujer en ese juego estúpido cuando Adeline piensa que es mi novia? ¿Querías que la humillara públicamente? —Damián dio un paso adelante, encarándolo—. Eso no tiene sentido y lo sabes. Si vamos a hacer esto, lo hacemos bien.
Vi cómo Jasper apretaba sus manos en puños, los nudillos blancos por la presión, como si estuviera conteniendo las ganas de golpearlo. Su pecho subía y bajaba con respiraciones erráticas. Luego, poco a poco, soltó el agarre. Pareció recomponerse, o al menos, intentó recuperar esa máscara de arrogancia que siempre llevaba.
—Claro... entiendo... —dijo Jasper, arrastrando las palabras con veneno—. Haz lo que quieras. De todas maneras, tienes razón. Adeline sigue pensando que tú eres su novio, es "justo" que hagas lo necesario para mantener la farsa.
Jasper se terminó el trago de un golpe y dejó el vaso sobre la mesa con un ruido sordo. Luego levantó un dedo, señalando el pecho de Damián.
—Pero te sugiero una cosa, amigo