Lyra esperaba que Kael actuara de inmediato. Ya tenía el dinero y los recursos necesarios para vengarse de Mirkay, pero él seguía comportándose como si sus planes se hubieran detenido o aplazado.
Cada mañana llevaban juntos a los pequeños al colegio y luego se dirigían al trabajo, aunque Lyra no se enfocaba demasiado en la rutina. Sabía bien que Kael no estaba siendo pasivo, solo estratégico. En realidad, lo que más le preocupaba en ese momento era Rose.
—¿Cómo me veo? —preguntó Rose, señalando su vestido rosa. Aquella tarde tenía una cita importante.
—Te ves hermosa, Rose, pero estás un poco pálida.
—Sí, Lyra… últimamente no me he sentido muy bien. Por eso mi hija quiere que me vaya con ella, que venda este viejo complejo y me mude a su ciudad. Me dijo que cuidaría de mí. Hemos estado tanto tiempo separadas, que no hay nada que desee más que volver a estar con ella. —Rose suspiró afligida.
Lyra guardó silencio mientras le ofrecía una taza de café.
—¿Estás segura de que eso es lo