VERONICA.
Bruno me tomó de la mano y me llevó hacia una puerta que nunca había visto antes. La puerta era de madera oscura y tenía un mango de hierro en forma de serpiente. Bruno abrió la puerta y me hizo entrar.
Me encontré en un cuarto que parecía sacado de una pesadilla. Las paredes estaban cubiertas de terciopelo rojo y había velas encendidas en cada rincón. El aire estaba lleno de un olor a incienso y a algo más, algo que no podía identificar.
Había una cruz de madera en el centro de la habitación, con cadenas y cuerdas colgando de ella. También había una especie de altar en un rincón, con objetos que parecían ser de ritual. Había un látigo, un collar de perlas y un par de esposas.
Bruno se acercó a mí y me miró fijamente, su mirada intensa y sensual. Su expresión era de dominio y control, y pude ver la excitación en sus ojos.
— Este es mi cuarto de juegos —dijo, su voz baja y sensual—. Aquí es donde juego con mis sumisas.
La habitación parecía cerrarse sobre mí, y el aire se vol