VERONICA
Me desperté con un dolor de cabeza punzante y una sensación de desorientación total. No sabía dónde estaba ni qué había pasado. Mi mente estaba nublada y mi cuerpo se sentía pesado, como si hubiera sido aplastado por algo. Intenté moverme, pero un dolor agudo en mi costado me hizo jadear.
Miré alrededor y vi que estaba en un lugar desconocido, con paredes blancas y equipo médico. ¿Estaba en un hospital? No recordaba cómo había llegado allí. Mi memoria parecía un agujero negro. Intenté recordar algo, cualquier cosa, pero mi mente estaba vacía.
Me sentí mareada y confundida. ¿Qué había pasado? ¿Cómo había terminado en este lugar? Intenté hablar, pero mi voz salió ronca y débil. Me dolía la garganta.
Una enfermera entró en la habitación y se acercó a mí. Me sonrió y me preguntó cómo me sentía. Le dije que no sabía qué había pasado y ella me miró con compasión. Me explicó que había sufrido un accidente, pero no me dio detalles. No recordaba nada. Solo tenía dolor y confusión. La