VERONICA
Me senté en la acogedora cafeteria con Luciana, rodeada de suaves luces cálidas y el aroma a café recién hecho. La música de fondo era suave, permitiéndonos conversar sin distracciones. Luciana, con una expresión de preocupación, tomó mi mano.
—Verónica, ¿cómo aceptaste ese tipo de trato con tu jefe? —preguntó Luciana, su voz llena de curiosidad y empatía.
Me encogí de hombros, mirando hacia abajo mientras jugaba con mi servilleta. Sentía un nudo en el estómago al recordar la situación. Levanté la vista hacia Luciana, mis ojos reflejando una mezcla de arrepentimiento y confusión.
—No lo sé, Lu —le dije—. Creo que la curiosidad mató al gato en este caso. Siempre he sentido una atracción por él, y posiblemente eso me llevó a tomar esa decisión.
Luciana asintió comprensivamente, su rostro mostrando empatía.
—Entiendo —dijo—. Pero, ¿no te diste cuenta de que era un riesgo? Quiero decir, es tu jefe. La dinámica de poder es desigual.
Me encogí de hombros de nuevo, sintiendo una sen