Andrea no tenía nada más en el mundo excepto a su hija. Literalmente no tenía nada más. Traicionada y abandonada por su esposo, su vida era una lucha diaria por sobrevivir y ganar dinero para alimentar a su bebé. Y parte de esa lucha era trabajar para hombres desagradables que creían que podían aprovecharse de su situación. Sin embargo todo cambia cuando conoce al dueño de la empresa donde trabaja. Zack Keller era esa clase de hombre que solo se podía catalogar como huracán, llegaba húmedo y caliente y arrasaba todo a su paso. A sus treinta y dos años era un magnate de la industria deportiva, con una de las mayores agencias de representación de América, sin embargo su perfecto mundo se vino abajo después de descubrir en un mismo día que su novia estaba embarazada y que había perdido a su bebé a propósito. Por desgracia, Zack ya le había dado la buena noticia a su padre enfermo, así que era algo de lo que no se podía retractar. Cuando debe volver a los Alpes Suizos para pasar la Navidad con su familia, su vida se convierte en una desesperada carrera contra el tiempo para encontrar una familia “de mentiras”. «Aviso urgente: Magnate renta familia para estas Navidades» Lo que Zack no imagina es que encontrará la ayuda en una de sus empleadas, una mujer que está pasando por el más duro momento de su vida y aún así se niega a renunciar a su pequeña bebé. Un viaje de Navidad. Un hombre herido. Una mujer desconfiada. Una princesa de cinco meses. ¿Cuánto se puede fingir el amor antes de que comience a ser real?
Leer másAl día siguiente Andrea y Zack subieron al avión con destino a Lucerna en silencio. Zack miraba por la ventanilla, con cara de pocos amigos. Andrea se sentó a su lado, observando su perfil con confusión. Quería preguntarle qué le ocurría, qué pasaba por su cabeza, pero algo en su expresión la detenía.—¿Estás bien? —preguntó Andrea pero no obtuvo una respuesta inmediata.Zack solo apretó su mano y negó.—No... la verdad no, pero lo estaré cuando lleguemos a casa.La azafata interrumpió y le ofreció una bebida. Ella aceptó, necesitaba algo para aliviar la tensión. Dio un sorbo a la bebida, sintiendo cómo el calor se extendía por su cuerpo.Zack se dio la vuelta y la miró directamente a los ojos.—No sé qué hacer, Andrea —dijo con tristeza—. Siento que en este momento todas las opciones que tengo para escoger nos harán daño.—¿Por qué dices eso, Zack? —le preguntó ella con preocupación, pero era evidente que Zack no estaba en su mejor momento para compartir.Finalmente, el avión comenzó
Andrea tenía sueño, sueño y frío, y solo sabía que era de noche todavía por el trocito de cielo negro que veía a través de su ventana. Pero apenas asomó la primera luz cuando la puerta de su celda se abrió.—Vamos fuera. Hora de irte —dijo la guardia y Andrea se restregó los ojos sin comprender. Zack le había dicho que estaría una semana para su protección. ¿Por qué querían sacarla ahora?—. ¡Vamos! ¿¡A qué esperas!? —gruñó la mujer desde la puerta y a pesar de su miedo Andrea no se lo hizo repetir porque no quería que la golpearan otra vez.A trompicones la empujaron hacia una habitación y le entregaron la ropa que traía el día que la habían arrestado.—Cámbiate si quieres salir de aquí. Tienes cinco minutos.Con el corazón en la garganta Andrea se cambió de inmediato y poco después la misma guardia la empujaba por los corredores rodeados de maya electrificada hacia la salida de la prisión. Ella sentía que se iba a desmayar cuando aquella puerta se abrió y del otro lado estaba Zack, a
Zack corrió detrás de su hermano y pronto llegaron hasta donde Loan estaba hablando con dos de los hombres que había contratado.—estábamos vigilando la casa, como nos pidió —les contó uno—. El señor Lee estaba con una custodia de un par de hombres, como siempre en los últimos días. Pero hace como una hora llegaron un par de camionetas. Cristales entintados, negras, sin matrícula... ya sabe, estilo narco.—Ajá. ¿Y qué pasó? —preguntó Zack apurado.—Escuchamos revuelo adentro, luego algunos disparos y sacaron un cuerpo de la casa en una bolsa negra...—Yo digo que no era un cuerpo, juro que lo vi moverse —dijo el otro hombre.—Bueno, usted entiende, dentro de la bolsa iba un hombre. La cosa es que arrancaron y se fueron de inmediato. La unidad móvil los está siguiendo, apenas lleguen a su destino nos van a informar.Zack asintió despacio y sus hermanos lo miraron como esperando a que diera una orden.—¿Revisaron la casa? —preguntó.—Preferimos informarle primero.—Muy bien, entonces ll
Andrea se despertó con la luz de la mañana asomando por el pequeño cuadro de treinta por treinta centímetros que era la ventana de su celda. Al estirar los brazos y las piernas, el aire frío y húmedo la envolvió como un capullo. Miró confusa a su alrededor antes de que los recuerdos de la noche anterior la invadieran. La habían encerrado en aquella celda solitaria. No sabía qué había hecho para merecer aquello y una oleada de miedo la invadió. Se le llenaron los ojos de lágrimas al pensar en Zack. ¿Habría salido algo mal? ¿Estaba en peligro? Deseaba desesperadamente salir de aquella celda y encontrarlo, pero estaba confinada sin poder hacer nada. Intentó rememorar su había hecho algo mal, pero las reclusas allí eran todas bastante tranquilas.El sonido de una bandeja golpeando la puerta de la celda la sacudió de sus pensamientos.—¡El desayuno! —anunció la voz fría de una guardia y se abrió una pequeña abertura en la puerta.Andrea se acercó lentamente y se agachó para recibir la ba
El rostro de Vito Rizzuto se volvió una máscara de rabia cuando vio aquel micrófono arruinado dentro del vaso de agua y escuchó el nombre de su peor enemigo.—¡Usted definitivamente no es un hombre inteligente, señor Keller! —siseó—. ¿Me está amenazando con traer a Jhon Hopkins a mi puerta?Zack se ajustó el saco y se sentó.—No, señor Rizzuto, no estoy amenazando, ya se lo traje. El director Hopkins de Crimen Organizado de la CIA está la habitación 2301 del hotel Le Blanc, a menos de cinco minutos de aquí —sentenció—. Le pedí ayuda para liberar a mi mujer, y me pidió que la cambiara por usted. Desafortunadamente, es un poco intransigente y no se puede negociar con él en muchas cosas, no entiende el valor del dinero como usted y yo.—¿¡Y no podía venir hasta aquí sin traerlo!? —gruñó el viejo furioso.—Depende de qué tan idiota usted crea que soy. ¿Cree que me metería en la casa del mayor narcotraficante de Canadá sin un respaldo?Durante un minuto el viejo lo miró con un odio que poc
La gente encubierta y los espías solo tienen una regla: "Prepárate para todo" . En cualquier momento, en cualquier lugar, asegúrate de estar listo.Y Zack lo estaba.Cuando una de las camionetas los adelantó, cortándole el camino, ya estaba muy seguro de lo que venía.—Quédate aquí —le ordenó a Gazca mientras él se bajaba de su camioneta.Dos hombres se bajaron de cada auto y él le dio la vuelta al suyo para apoyarse en el capó. Casi sonrió cuando vio que le abrían la puerta a Mason y el tipo se bajaba como si fuera un rey feudal, de traje y corbata y muy seguro de sí mismo.—¿Qué quieres además de pasearte como un pavo real y ladrar como el perro que eres? —espetó Zack son contenerse.Mason encajó la ofensa y levantó la barbilla con un gesto desafiante.—Quería saber si tu supuesto amor por Andy no alcanzaba para quedarte. Pero me dijeron que saliste huyendo hace dos días y veo que estás haciendo lo mismo ahora —se rio Mason.—Bueno... algo tengo que hacer para resolver la mierd@ en
—Solo necesito un nombre. Uno solo —sentenció Zack en su siguiente llamada con el abogado Gazca—. Todos los hombres le temen a alguien, Licenciado, el señor Rizzuto no es la excepción.Y Gazca le había conseguido aquel nombre: Jhon Hopkins.Cuatro horas después allí estaba, sentado en una oficina completamente blanca y llena de luces en el cuartel general de Langley, en Virginia. Solo había tenido que pronunciar aquel nombre y el de Rizzuto en la misma oración para que lo llevaran de inmediato con aquel hombre.—¿Está seguro de que quiere hacer esto? —preguntó el agente con desconfianza y Zack lo entendía: no todos los días alguien tocaba a la puerta de la CIA diciéndole que quería ayudarlo a capturar al mayor capo de la mafia de Montreal—. ¿Por qué no es honesto conmigo y me dice qué es lo que tiene contra Vito Rizzuto?Zack tomó un pequeño bloc de notas y anotó solo dos palabras: "Andrea Brand".—Investíguela y le diré por qué estoy aquí.Jhon Hopkins se levantó y comenzó a hablar p
Noémi se quedó de pie, petrificada en aquella puerta mientras miraba a Zack, que estaba en el umbral con una maleta y una bebé en los brazos.Cuando Chiara llegó junto a ella con curiosidad, la impresión fue compartida.—¿Zack...? ¿Qué haces aquí? —balbuceó.—Será mejor que se sienten —dijo él entrando a la casa—. tenemos que hablar.Las gemelas se miraron, pero después de fijarse en la puerta que venía solo, cerraron y lo siguieron al salón.—Si estoy aquí es porque necesito su ayuda.—¿Qué quieres decir? —preguntó Noémi—. ¿Qué está pasando?Contarles todo lo que estaba sucediendo, por desgracia, incluía una historia mucho más larga que no podía pasar por alto.—¿Ves? ¡Te lo dije! —exclamó Chiara levantándose—. ¡Yo sabía que no era hija tuya, y ahí fuiste a mentirnos en las narices!—¿¡Y a quién carajo le importa que no sea mi hija, Chiara!? —se molestó Zack—. Sigue siendo mi familia y voy a cuidar de ella, por eso estoy aquí, porque su madre está en la cárcel y necesita que alguien