Con nueve meses de embarazo, estaba en la recta final. Mi cuerpo, pesado por un bebé que podía nacer en cualquier momento. Pero mi esposo, Vito Falcone, el subjefe de la familia, me había encerrado. Me tenía prisionera en un cuarto médico subterráneo y estéril, y me inyectaba un inhibidor, para posponer el parto. Mientras yo gritaba de dolor, él me ordenó que lo soportara. Porque se esperaba que la viuda de su hermano, Scarlett, entrara en labor de parto al mismo tiempo. Un juramento de sangre que había hecho con su difunto hermano dictaba que el primer hijo varón heredaría el lucrativo territorio de la Costa Oeste. —Esa herencia es para el hijo de Scarlett. Ahora que Daemon no está, ella se quedó sola y desamparada. Tú tienes mi amor, Alessia. Todo. Solo necesito que ella dé a luz primero. Después sigues tú. El fármaco era un tormento constante, una agonía sin fin. Le supliqué que me llevara a un hospital. Me sujetó por el cuello, obligándome a sostenerle la mirada. —¡Deja de actuar! Sé que no te pasa nada. Lo único que quieres es robarte la herencia. Con tal de ganarle a Scarlett, eres capaz de cualquier cosa. Tenía la cara pálida como la nieve. Mi cuerpo se sacudía en convulsiones mientras apenas lograba susurrar. —El bebé ya viene. No me importa la herencia. Solo te amo a ti, ¡y quiero que nuestro hijo nazca bien! Se burló. —Si en serio fueras tan inocente, si me quisieras un poco, no habrías obligado a Scarlett a firmar ese acuerdo para que su hijo renunciara a la herencia. No te preocupes. Volveré por ti cuando ella haya dado a luz. Después de todo, llevas a mi hijo en el vientre. Hizo guardia fuera de la sala de partos de Scarlett toda la noche. Solo se acordó de mí después de ver al recién nacido en brazos de ella. Finalmente, envió a su segundo al mando, Marco, para que me liberara. Pero cuando este llamó, su voz temblaba. —Jefe… la señora y el bebé… ya no están. En ese momento, Vito Falcone se derrumbó.
Ler maisA Vito se le quebró la voz por el miedo mientras estaba arrodillado en el piso, con la sangre escurriéndole por la boca.—No quise ofenderlo, se lo juro por mi vida. Alessia es mi esposa, yo solo quería llevármela a casa. Por favor, perdóneme, señor Romano. No sabía que era su hija.Vito era un perro lastimero, arrastrándose a mis pies.—¡Se lo suplico! ¡Por favor, perdóneme la vida! ¡Todo lo que hice fue porque la amo! ¡Le juro que nunca quise lastimarla!Mi padre lo miraba con desprecio, y en sus ojos había un brillo asesino.—¿Que la amas? ¿A eso le llamas amor? La encerraste, dejaste que la envenenaran y mataste a mi nieto. ¿A eso le llamas amor?Vito negó frenéticamente.—¡No! ¡Esa no fue mi intención! Yo solo quería…Me acerqué a Vito y le di una patada en el pecho. Cayó de espaldas con un gruñido de dolor. Mi voz sonó dura, sin rastro de emoción.—Ya basta. No quiero volver a escuchar ni una de tus excusas.Bajé la mirada hacia mi anillo de bodas. La argolla de platino que algun
—Eres un arrogante, un inútil, un imbécil.Mi voz era de desprecio absoluto. Era la primera vez que le mostraba un desprecio tan obvio, y su autoridad quedó herida de muerte.—Nunca más voy a dejar que te vayas de mi vida. Mi único objetivo hoy es llevarme a mi mujer a casa. No entiendes nada. Cuando creí que estabas muerta, casi me vuelvo loco.—Enójate todo lo que quieras. A mí, nadie me vence.Me cargó y me echó sobre su hombro para después caminar con decisión hacia la salida. Seguía interpretando su papel de esposo devoto, perdido en su propio y egoísta teatro.Por un momento, casi sentí lástima por él. Pero por ahora, no podía liberarme de su agarre implacable.—¿Y tú quién diablos te crees que eres? ¿Con qué derecho me tocas?Se rio.—Estoy a punto de ser el amo de la familia Falcone. No cuestiones mi lugar. En cuanto te tenga de vuelta, vas a ceder y me lo vas a entregar.El alboroto llamó la atención de todos.—¡Señor! ¡Señor, por favor, deténgase!Los ejecutivos que esperaban
Cuando me enteré de la noticia, lo único que pensé fue que se había vuelto loco. Pero no importaba. La isla privada de mi padre estaba en el Mediterráneo, protegida por seguridad de nivel militar. Jamás me encontraría.No le dediqué ni un pensamiento más y me concentré en aprender a gobernar el imperio de mi familia.Durante un mes, me había sumergido de lleno en los negocios de la familia Romano, encargándome personalmente de los tratos importantes y mediando en las disputas entre las facciones aliadas.—Princesa, ya están los informes trimestrales de la división de Milán.Mi asistente, Lucia, dejó una pila de archivos frente a mí.—¿La junta de la tarde sigue en pie?—Sí, a las tres. Es para la decisión final sobre la compra de la compañía de joyería alemana.Cuando estaba revisando los documentos, la puerta de la sala de juntas se abrió de una patada violenta. Una figura conocida entró hecha una furia.Vito. Llevaba el traje arrugado, el cabello revuelto y sus ojos ardían con una lo
—Pero lo tuviste en tus brazos, Alessia. Aunque haya sido solo un momento. En ese instante, fuiste su mamá. No te preocupes. Ya vendrán otros niños. El linaje de los Romano no va a terminar aquí.Suspiró, su cara reflejaba el dolor que sentía por mí.—Pero si le lloras a ese infeliz, te estás humillando. Te dije que no te casaras con él, pero estabas empeñada en hacer lo que querías. Hasta estabas dispuesta a romper relaciones con la familia con tal de estar a su lado.Me asomé por debajo de las sábanas. Al ver la cara de cansancio de mi padre, con las arrugas que los años le habían marcado, no pude evitar llorar de nuevo.—Me equivoqué, papá. Fui una tonta. Por favor, perdóname. No estoy llorando por él. Lloro por mi bebé, que se murió.Él me secó las lágrimas con delicadeza; toda la autoridad del capo de mano dura se desvanecía frente a su hija.—Mi tesoro. Eres lo único valioso que tengo, mi joya más preciada. Claro que te perdono.—Papá, quiero que paguen. Todos.El señor Romano se
POV de Vito—¿Qué dijiste?El rugido de Vito hizo temblar la clínica hasta sus cimientos. Agarró a Marco por el cuello, con los ojos ardiendo de una furia salvaje.—¿Me estás mintiendo? ¿Estás metido en este teatro con ella?—Jefe, lo vi con mis propios ojos…—¡No digas estupideces! Estaba bien cuando la dejé. ¡Una mujer tan astuta no se muere así como así!Vito le dio un puñetazo en la cara a Marco, tambaleándose él mismo antes de recuperar el equilibrio. Marco temblaba bajo el peso de su furia asesina, con la voz entrecortada.—Jefe, el cuerpo de la señora Alessia está en el cuarto médico subterráneo. Confirmamos su identidad… es ella. Es la señora Alessia.Un miedo primitivo se le atoró en la garganta, la desesperación de perder una parte de sí mismo. Salió disparado de la habitación. La voz de Scarlett lo llamó.—¿A dónde vas? ¡El bebé acaba de nacer, no te puedes ir!Pero Vito no escuchó nada.—¡Súbete al maldito carro! —le gruñó a Marco, quien se apresuró a seguir a su jefe frené
Al doctor se le fue el color de la cara. Sabía que estaba al borde de la muerte y que tenía que llevarme a un hospital de verdad.Desesperado, marcó el número privado de Vito. La voz de Vito era de fastidio y furia.—¡Jefe, es una emergencia! La señora Alessia está muy grave, la envenenaron. ¡Necesita atención médica o se va a morir!—Vaya que te luciste con este numerito. No solo te escapaste, sino que hasta convenciste al mejor doctor de la familia. Que te quede claro, no voy a caer en tu jueguito. Te conozco demasiado bien. No tienes nada, así que deja de intentar engañarme. Te lo dije, es mi hijo, de mi sangre. No lo voy a abandonar. Pero tienes que esperar a que Scarlett termine. ¿Por qué no puedes esperar y ya? Lo admito, te subestimé. Ahora compórtate, o ya sabes lo que te pasa si me retas.Colgó. El doctor se quedó viendo el teléfono y luego a mí, que apenas me aferraba a la vida. Apretó la mandíbula y tomó una decisión.—Es muy arriesgado, pero la voy a llevar a la clínica pri
Último capítulo