El resto del día pasa como un sueño.
Un sueño de esos tan dulces que uno no se atreve a interrumpir, por miedo a que se desvanezca al abrir los ojos.
Poppy es oficialmente de ellos. La noticia llega como una bocanada de aire fresco después de meses de tensión, miedo y noches en vela.
Adiós a los interminables trámites, a la custodia compartida que nunca terminaba de resolverse, a la sombra de Aspen rondando sobre ellos.
Adiós a esa batalla silenciosa que les había robado la paz y los había obligado a vivir con el corazón en un hilo.
Ahora todo parece tener sentido.
Lucy observa a Sawyer y a Poppy riendo juntos en la sala. Él la persigue con una almohada, fingiendo ser un monstruo dormilón que necesita abrazos para sobrevivir.
Las risas de la niña llenan la casa como un himno a la vida.
Lucy se toca el vientre con una ternura que le humedece los ojos. Siente los pequeños movimientos de los gemelos, un recordatorio de que el amor puede renacer incluso después del caos.
Por fin, su famil