El núcleo de Lucy se contrajo.
Con una oleada de eufórica liberación, ella se vino.
El siseo de aprobación de Sawyer fue ensordecedor. No cabía duda de que ella le estaba dando exactamente lo que necesitaba, que su orgasmo alimentaba la parte de él que la deseaba.
De repente, Lucy se sintió débil, como si acabara de correr una larga distancia.
Sawyer la lamió con suavidad, y ella supo que era humana otra vez. Había vuelto directamente del cielo porque así la había hecho sentir él.
Besó la parte interna de su pierna, manteniendo sus dedos dentro de ella mientras mordía su pierna, pellizcando su piel entre sus dientes, seguramente dejándole una marca, en un innegable recordatorio de su unión.
Lucy no podía esperar a ver ese moretón al día siguiente.
Por fin, Sawyer levantó la cabeza. Se miraron en silencio, asombrados, como si ninguno de los dos pudiera creer lo que acababa de suceder, como si lo que habían compartido estuviera más allá de lo comprensible.
Él se incorporó y se in