VINCENZO
La imponente mansión Cursley no era más que un montón de escombros calcinados.
Entré corriendo al edificio en ruinas y encontré la habitación donde habían retenido a Isabella. Sin embargo, la escena me dejó sin aliento y se me erizó la piel.
Entre las cenizas solo quedaba un montón de metal retorcido donde antes estaba la cama. No quedaba ni un solo objeto intacto en la habitación, y mucho menos una persona.
La imagen de Isabella, demacrada y exhausta, que había visto en la grabación de la cámara de seguridad, había desaparecido, al igual que la cámara.
Sentí un ardor en los ojos. El cerebro me iba a estallar y un zumbido agudo no dejaba de taladrarme los oídos.
Tras quedarme mirando los escombros por unos segundos, salí corriendo de ahí y me dirigí a la caseta de vigilancia de la zona residencial.
—¡Maldita sea! ¿Cuándo se incendió la mansión número 18?
Cuando el guardia me vio, exclamó sorprendido.
—¡Por Dios, Don! La mansión se incendió la semana pasada. ¿No estaba enterado