Milo y Gabe estaban tensos, con los ojos fijos en la ladera donde los dos autos estaban a punto de chocar. Ni siquiera se atrevían a respirar.
A medida que los segundos pasaban, justo cuando el auto negro estaba a punto de impactar, el auto blanco retrocedió rápidamente.
Sin embargo, aunque su reacción fue rápida, aún llegaba demasiado tarde.
La parte trasera del auto negro estaba a punto de golpear el frente del auto blanco...
Todo había terminado.
Milo respiró hondo, incapaz de mirar, y cerró los ojos.
La sensación de casi ver el amanecer, solo para ser sumido nuevamente en la oscuridad, le destrozaba el corazón en pedazos.
Era como si le hubieran dado un golpe fuerte en el pecho.
En la mente de Milo, ya podía vislumbrar su próxima vida: arrastrando piernas heridas que no podrían soportar trabajos pesados, sentado en los campos realizando labores agotadoras, sin nada en casa, pasando el resto de su vida sin el calor de la compañía de alguien, viviendo solo. El cielo estaba completam