Residencia Rosedale.
Por la mañana, apenas Alessia se levantó, recibió una llamada de Christopher.
—Bebé, ¿extrañas a mamá?
—Lo sabía, volviste, pero ni siquiera viniste a verme.
La voz al otro lado de la línea no era la infantil de su hijo mayor, sino una voz profunda, madura y con un dejo de melancolía.
Alessia la reconoció de inmediato: era la voz de la abuela Carter, y sus emociones se agitaron.
Durante los tres años que vivió en la familia Carter, solo la abuela había sido sincera y buena con ella.
—Abuela, ¿cómo se siente? —preguntó Alessia.
—Mal —respondió la anciana con fastidio—. Si vienes ahora a comer conmigo, quizá me sienta mejor.
El corazón de Alessia se calentó y sus labios se curvaron levemente.
Decían que a los ancianos a veces había que tratarlos como a niños, complaciéndolos con compañía y una comida en la casa antigua.
De inmediato pensó en el acuerdo que tenía con Dominic.
Al otro lado de la línea, la abuela Carter pareció leer sus pensamientos.—No te preocupes, D