Sin embargo, aun después de que Alessia terminara de hablar, no escuchó la respuesta de Dominic.
La oscura y profunda mirada de Dominic se posó en los delicados labios de Alessia. Aquellos labios, que acababan de rozar el jugo, se veían especialmente rojos, con unas gotas de naranja resbalando por la comisura.
La garganta de Dominic se movió, sintiéndose inusualmente sediento. Esas gotas parecían agrandarse en sus pupilas. Se levantó sin darse cuenta y extendió la mano.
Alessia, por instinto, quiso apartarse, pero cuando los dedos bien definidos del hombre se acercaron, sintió como si estuviera embrujada.
De repente, ya no quiso moverse. Una idea maliciosa cruzó por su mente: deseaba que él la tocara.
Los dedos del hombre rozaron sus labios, limpiando suavemente el rastro de jugo en la comisura.
El lugar donde la piel masculina la había tocado ardió al instante, como si hubiera prendido fuego.
Pum, pum, pum.
El corazón de Alessia latía con fuerza, resonando en sus oídos. Tragó saliva,