El espacio de la habitación ya era reducido, y en un descuido, las miradas de Alessia y Dominic se cruzaron. Rápidamente, ambos desviaron los ojos con torpeza.
Hace un momento, afuera no parecía hacer calor, pero ahora, con el aire acondicionado encendido, la atmósfera se sentía aún más sofocante.
Había que romper con aquella incomodidad de alguna forma.
Alessia apretó los labios y tomó la manita de Eleanor.
—Elle, vamos a lavarte la carita —dijo con suavidad.
La niña levantó la cabeza, primero mirando a Dominic y luego a Alessia, parpadeando con sus grandes ojos.
Sentía que papi y mami estaban actuando raro, pero… ¡si podían estar juntos, qué más daba!
Mordisqueando traviesamente su dedito, preguntó con inocencia:
—Mami, ¿y papi no puede lavarse la cara con nosotras?
En sus oídos, “lavarse la cara juntos” sonaba casi como “bañarse juntos”. ¡Y claro que Alessia no podía lavarse la cara con Dominic!
Los ojos de Alessia vacilaron. No quería ser la mala delante de su hija, así que en lug