Claro que me parecía bien. Me parecía tan bien que no podía creer que fuera cierto, pero así era mi Isabella, una mujer que parecía creada por el mismísimo Dios para mí. Tal vez era así.
Decidí confiar en ella. Confiar en lo que me acababa de decir.Cuando me decidí, cogí sus muslos y me levanté, dejando su pelvis apuntada hacia mí mientras caminaba hacia el sofá.La besé con un beso suave y breve, un recuerdo de lo mucho que la quería antes de que mi lado bruto tomara el control, lo que pasó apenas nuestras bocas se separaron.Bajé a Bell y le di la vuelta sobre el apoyabrazos del sofá para que el culo le quedara más alto que la cabeza y luego coloqué la polla en su entrada.—Junta las piernas —ordené—. Que quede más estrecho. —Obedeció y me hundí con un gemido—. Así de estrecho. Lo haces muy bien.La volví a meter con la fuerza suficiente como para que sus pies se despegaran del suelo y así seguí, con su precioso culo llenando