La lluvia cae suavemente sobre los ventanales de la oficina cuando Valentina entra, sujetando una carpeta contra su pecho.
Su cabello está algo húmedo y lleva un suéter gris claro que hace resaltar el leve rubor de sus mejillas.
Henry ya la espera, con una taza de café humeante en la mano, el rostro sereno y expectante.
—Llegas justo a tiempo —dice él, señalando la mesa donde hay bocetos y documentos esparcidos.
—¿Has trabajado en el nombre del proyecto? —pregunta ella, dejando su carpeta al lado de la suya.
Henry asiente con una sonrisa tímida.
—Isabella y yo lo llamamos "Renacer". Creo que es perfecto para lo que queremos construir: una red de ayuda legal y social para mujeres y niños que han vivido violencia, abandono o exclusión. Un lugar donde puedan volver a empezar. Como lo hiciste tú, como lo hizo Isabella… como quiero hacerlo yo.
Valentina lo mira unos segundos, en silencio. Hay un temblor en su pecho que se niega a callar. No puede negar que Henry ha cambiado, que algo en