El murmullo de los motores del jet privado vibraba bajo sus pies cuando Isabella, con una mezcla de asombro y nerviosismo, sujetó las pequeñas manos de Emma y Gael mientras Liam se adelantaba emocionado hacia la escalinata.
Alexander, de pie a un costado, los observaba con una sonrisa amplia y genuina, diferente a cualquier otra que hubiera mostrado en público. Esta era su familia, su mundo. Y estaba dispuesto a luchar por ellos.
—¡Mamá, mamá! ¡¿Vamos a volar en esa cosa enorme?! —gritó Liam, señalando el jet con ojos tan grandes como platos.
—¡Es más grande que nuestra casa! —añadió Gael, arrastrando su pequeña maleta detrás de él.
Emma, siempre tan curiosa, jaló de la camisa de Alexander.
—¿Tú eres rico? —preguntó con total inocencia, alzando la mirada hacia él.
Isabella soltó una carcajada ahogada mientras Alexander se agachaba para quedar a su altura.
—Bueno... digamos que he trabajado muy duro —respondió, guiñándole un ojo.
Liam no se contuvo:
—¿Entonces podemos comprar muchos he