Valentina no puede dejar de mirar la pantalla de su celular. El mensaje de Henry es corto, directo y demoledor: “Tenemos las pruebas. Era ella. Ya no hay duda.”
La respiración se le entrecorta. Se tapa la boca con una mano, como si el gesto pudiera contener el torrente de emociones que la atraviesan. Emma está más cerca. Camille está al descubierto.
Corre hacia la oficina privada en el fondo del coworking donde trabaja. Se encierra. Las lágrimas le brotan, aliviadas, esperanzadas, pero también cargadas de impotencia.
Ha pasado semanas sintiéndose culpable por no poder hacer más, por no poder decirle a Isabella que le han ofrecido un cargo internacional porque no es el momento. Pero ahora, algo cambia.
Por primera vez en días, siente que la oscuridad que los rodea empieza a quebrarse.
Isabella y Alexander están en la sala cuando Henry llega. Ambos se ponen de pie al verlo, sus rostros marcados por la fatiga y la ansiedad. Henry les entrega un pendrive y un sobre.
—Está todo aquí. El