El aroma del café recién hecho y las risas infantiles llenan el departamento de Isabella Reyes. La luz dorada de la mañana atraviesa las ventanas, iluminando la cocina donde tres cabecitas idénticas discuten sobre quién untará la mayor cantidad de mermelada en su tostada.—¡Yo primero! —protesta Liam, levantando la mano como si estuviera en clase.—¡No! ¡Fue mi idea! —reclama Gael, arrugando la nariz.—¡Mami dijo que todos tenemos que compartir! —interviene Emma, con las manitas en la cintura.Alexander Blackwood, apoyado en el marco de la puerta, observa la escena con una sonrisa cálida en los labios. Ha amanecido de un humor excelente. La noche anterior para él ha marcado un antes y un después en su relación con Isabella y eso lo tiene entusiasmado.Lleva la camisa remangada hasta los codos y un mechón de su cabello rebelde cae sobre su frente. Esa imagen de domesticidad —tan simple, tan pura— se graba en su corazón como un anhelo que no sabía que tenía hasta ahora.—¿Qué tal si y
La cafetería donde Camille ha citado a su nuevo aliado es elegante, casi lujosa, pero tiene un aire de oscuridad, de secretos enterrados bajo risas y tazas de café humeante. Ella está sentada en una esquina, las piernas cruzadas con naturalidad, jugando con la cucharilla entre sus dedos perfectamente cuidados. Sus labios, pintados de un rojo profundo, esbozan una sonrisa impaciente mientras revisa su teléfono.Ha pasado mucho tiempo estudiando el pasado de Isabella para saber por donde atacar. Por eso, cuando finalmente la puerta se abre y su contacto entra, Camille lo reconoce de inmediato: un hombre de estatura media, con el cabello ya salpicado de canas y una expresión dura que intenta disfrazar bajo una sonrisa cordial. Es un hombre del pasado de Isabella, uno que tiene tantos deseos de hundirla como ella.Sin embargo, en cuanto el hombre la ve, su cuerpo entero se tensa. Un destello de sorpresa, de algo más oscuro y profundo, parpadea en sus ojos antes de ser reprimido.Camill
La noche ha caído como un manto espeso sobre la ciudad. En el interior del pequeño departamento de Valentina, la luz es tenue, apenas la suficiente para delinear los contornos de los muebles y la figura del hombre sentado en su sofá.Henry juguetea nerviosamente con un vaso de whisky entre sus dedos, la mirada fija en un punto indefinido del suelo. Valentina, sentada frente a él, lo observa en silencio, dándole espacio. No es la primera vez que lo ve así: contenido, casi a punto de desbordarse, como un dique agrietado que se resiste a romperse.Finalmente, Henry suspira, un sonido cargado de un cansancio que parece pesarle en los huesos.—¿Sabes qué es lo más jodido de todo esto? —murmura, la voz rasposa, quebrada.Valentina inclina la cabeza, alentándolo sin presionarlo. Llevaban un buen tiempo hablando. Un tiempo en el que Henry se había abierto a ella como nunca lo había hecho con nadie más.Henry no tenía ni idea de cómo, o por qué se había dado la conversación. Lo único que sup
El aire fresco de la mañana acaricia sus rostros mientras caminan hacia la entrada de la escuela. Isabella sostiene con fuerza la mano de Emma, como si al soltarla pudiera perder algo más que un simple contacto físico.A su lado, Alexander carga las mochilas de campamento de los trillizos con una sonrisa divertida.—Mamá —se queja Liam, tirando suavemente de su mano—. Nos vas a aplastar.—Lo siento, cariño —murmura Isabella, soltándolo a regañadientes.Alexander se acerca y pasa un brazo protector sobre sus hombros.—Van a estar bien —le susurra al oído—. Prometo que se van a divertir tanto que no van a querer volver a casa.Isabella respira hondo, luchando contra la punzada de ansiedad que le atenaza el pecho. Nunca antes había estado separada de ellos por tanto tiempo. Una noche de pijamada con amigos era una cosa. Un fin de semana entero de campamento, era otra muy distinta.—Y si no me divierto, ¿puedo llamar a los bomberos? —pregunta Gael con seriedad, frunciendo el ceño.Alexan
Isabella y Alexander estaban viviendo un sueño hecho realidad.Ya no estaban en una burbuja, no, ya estaban viviendo su vida, la que el destino les había arrebatado.—Te quiero. —le dice él mientras la mira con adoración, como si fuera lo más preciado que tuviera en su vida. POV DE ISABELLA Apenas he terminado de oír sus palabras cuando sus labios se posan sobre los míos y sus manos acarician mis costados. Gimo en su boca y estallo en puro éxtasis al sentir sus dedos sobre mi cuerpo. El resto del mundo empalidece cuando estoy con él, mi cuerpo solo responde a su contacto, mis pensamientos están totalmente nublados por su cercanía. Hundo las manos en su pelo para atraerlo más a mí, de tal forma que su cuerpo y el mío acaban encajados a la perfección.Su sabor es una droga que me da un subidón inmediato. Cuando se separa de mí, no puedo contener un pequeño sonido de frustración al que él responde con una sonrisa provocativa. Mis piernas están abiertas, dejándole el espacio para q
POV DE ALEXANDERMis dedos se clavan en su carne color alabastro. Sé que no haría falta mucha fuerza para hacerle daño grave. Esa parte retorcida que jamás me abandonará encuentra su vulnerabilidad excitante. Saber que me confía su cuerpo y sus sentimientos, segura de que nunca le haré daño, me excita. Si ese pensamiento no es suficiente para llevarme al límite, verla encima de mí, con los ojos oscurecidos por el deseo, sus pechos en mi punto directo de visión pidiendo que los bese, mantienen mi cuerpo en un estado de tensión que pide a gritos que lo solucione.—Estás hambrienta —digo pasando mi dedo entre el valle de sus pechos—. Lo sé, lo noto en tus ojos. Y no precisamente de comida. —Su piel se eriza bajo mi contacto.Sigo tocando su piel, explorando cada centímetro bajo mis dedos mientras que sus ojos siguen clavados en los míos, hambrientos y llenos de lujuria. Hago que su cuerpo tiemble al recorrer su espalda, alcanzo su nuca y la rodeo con la mano para atraerla hacia mí. Su
El sol de la mañana apenas filtra su luz a través de las cortinas cuando Isabella se despereza en la cama. A su lado, Alexander duerme profundamente, su respiración pausada y el rostro sereno, como si por fin hubiera encontrado algo de paz en medio de tanto caos. Isabella sonríe con ternura. La noche anterior había sido... mágica. Después de semanas de tensión, de miedos y secretos, por fin se habían dejado llevar por lo que sentían. Sin máscaras. Sin reservas. Solo ellos dos. Pero la burbuja de felicidad empieza a resquebrajarse cuando el teléfono de Alexander vibra de manera insistente sobre la mesita de noche. Isabella parpadea, sintiendo un mal presentimiento. Alexander gruñe, dándose la vuelta, pero el sonido persiste. —Voy a apagarlo —murmura, la voz ronca de sueño. Cuando toma el teléfono y ve el nombre en la pantalla, su expresión cambia abruptamente. Su cuerpo se tensa como un cable tirante. —¿Qué pasa? —pregunta Isabella, incorporándose en la cama, el corazón aceler
El murmullo de los motores del jet privado vibraba bajo sus pies cuando Isabella, con una mezcla de asombro y nerviosismo, sujetó las pequeñas manos de Emma y Gael mientras Liam se adelantaba emocionado hacia la escalinata.Alexander, de pie a un costado, los observaba con una sonrisa amplia y genuina, diferente a cualquier otra que hubiera mostrado en público. Esta era su familia, su mundo. Y estaba dispuesto a luchar por ellos.—¡Mamá, mamá! ¡¿Vamos a volar en esa cosa enorme?! —gritó Liam, señalando el jet con ojos tan grandes como platos.—¡Es más grande que nuestra casa! —añadió Gael, arrastrando su pequeña maleta detrás de él.Emma, siempre tan curiosa, jaló de la camisa de Alexander.—¿Tú eres rico? —preguntó con total inocencia, alzando la mirada hacia él.Isabella soltó una carcajada ahogada mientras Alexander se agachaba para quedar a su altura.—Bueno... digamos que he trabajado muy duro —respondió, guiñándole un ojo.Liam no se contuvo:—¿Entonces podemos comprar muchos he