Óscar está sentado en el borde de una cama vieja, en una habitación que alquiló por una semana con un nombre falso.
Las luces están apagadas, la televisión encendida sin sonido, mostrando las noticias locales. Una imagen en la pantalla llama su atención de inmediato. Es ella. Camille.
El titular dice algo sobre el juicio que se avecina. Están mostrando imágenes de ella saliendo del juzgado junto a un hombre de traje. Javier Calderón.
Óscar entrecierra los ojos, observando con atención cada gesto del hombre. No es una mirada profesional. No es indiferencia. Hay algo más ahí. Cariño. Un lazo invisible que une a Javier con Camille, uno que va más allá de lo legal. No es deseo, no es ambición. Es algo más íntimo, más viejo. Un afecto que parece llevar años acumulándose, gestándose en silencio.
Se recuesta hacia atrás con el ceño fruncido. No puede explicarlo, pero sabe que ese hombre tiene sentimientos verdaderos por Camille. Y eso, por retorcido que suene, podría ser su única esperanza.