El murmullo de voces en la sala de reuniones de la fiscalía apenas logra contener la tensión que se respira en el aire.
Las luces frías del fluorescente iluminan con crudeza los expedientes apilados sobre la mesa, cada uno etiquetado con nombres, fechas y códigos que gritan una misma palabra: juicio.
Isabella se sienta en la silla rígida frente al fiscal principal del caso, el doctor Raúl Mercado, un hombre de rostro severo, gafas rectangulares y un temple imperturbable.
A su lado, su abogada, Rebeca Llanos, repasa la carpeta que acaban de entregarles.
—La audiencia preparatoria ya tiene fecha. —informa Mercado sin rodeos—. Tenemos que presentar todas las pruebas de forma ordenada, con cadena de custodia intacta. No podemos permitir que la defensa de Camille cuestione ni una coma.
Isabella asiente, aunque por dentro una tormenta de ansiedad le carcome el estómago.
Han pasado semanas desde que Camille fue capturada, semanas de declaraciones, de analizar grabaciones, de recopilar cha