El silencio se extendió de una manera que a Jade se le hizo insoportable.
Sentía que no podía respirar, y su pulso acababa de acelerarse.
Porque la verdad era que no sabía qué hacer o decir...
¿Qué se decía en medio de una situación como esta?
¿Hola, tal vez?
Lo cierto era que no podía pasar de largo e ignorarlo, lo sabía muy bien.
Adriel, indiferentemente de su anterior comportamiento, se merecía una explicación y por la forma en que la miraba, la necesitaba también.
—Adriel... Cuánto tiempo —balbuceó con dificultad. Aquella no fue su frase más inteligente, pero fue la única que le llegó a la mente, estando bajo tanta presión.
Su exesposo se la quedó mirando, sus ojos relampagueaban con ira y otro sentimiento que no pudo descifrar con claridad.
Luego se aclaró la garganta y le preguntó directamente:
—¿Entonces esta era la razón por la que te marchaste? —Su voz era lenta y moderada, parecía estar haciendo un gran esfuerzo para contenerse.
El agarre de la mano de Nicolás se apre