Siempre evitaba mirar su reflejo en el espejo; aquella era una costumbre que había adquirido con el paso de los años. Pero ahora, justo ahora, algo en su interior le invitaba a hacerlo y, de todas maneras, la ocasión los ameritaba.
Gala dejó caer la toalla y observó su reflejo. Sus ojos recorrieron su propia imagen, primero con la precaución de quien teme decepcionarse, luego con la incredulidad de quien descubre algo nuevo.
¿Esta mujer era ella?, se preguntó incrédula.
Su piel aún conservaba marcas de estrías y un poco de flacidez que difícilmente se iría. Pero ya no veía la obesidad que tanto la había limitado en el pasado. Sus brazos, sus piernas, su cintura… sin duda no eran perfectos ni mucho menos como los de una modelo de revista, pero eran suyos. Y estaban bastante bien.
Sonrió para sí misma.
Complacida.
Radiante.
En ese día había recibido una invitación para salir, cosa que aún no asimilaba, de la misma forma que no asimilaba su nuevo aspecto.
¿Qué haría?
Nunca antes había s