Christopher
La luz del amanecer se filtraba por las cortinas cuando abrí los ojos. Cinco y treinta de la mañana, como siempre. Mi cuerpo funcionaba con la precisión de un reloj suizo, incluso en domingo. Me incorporé lentamente, cuidando de no despertar a Emily, quien dormía profundamente a mi lado. Su respiración era pausada, tranquila, como si por fin hubiera encontrado algo de paz en sus sueños.
Observé su rostro durante unos segundos. Las sombras bajo sus ojos habían disminuido en las últimas semanas. Su vientre, ahora prominente, albergaba a los tres pequeños que pronto llenarían nuestra casa de ruido. Nuestra casa. Aún me costaba asimilar esa idea.
Me levanté con sigilo y me dirigí al baño. La rutina era siempre la misma: ducha rápida, afeitado meticuloso, traje impecable. Incluso en domingo. Los hábitos son difíciles de romper, especialmente cuando han sido tu armadura durante tanto tiempo.
Mientras el agua caliente caía sobre mi cuerpo, repasé mentalmente la agenda del día. Em