Manu
El día en que me ofrecieron montar la exposición, mi respuesta fue inmediata. No hubo ningún atisbo de duda al momento de aceptar, y ni siquiera fue necesario que lo consultara con mi terapeuta, pues no solo se trataba de uno de mis grandes sueños, sino que también estaba seguro de que Nino al menos se enteraría, y si tenía algo más de suerte, iría a verme, solo por curiosidad, y tal vez podríamos sonreírnos un instante, hablar, o solo saludarnos. Aunque lo cierto es que para mí bastaba solo con verla, o lo que es peor, habría sido feliz solo con la certeza de que ambos escucháramos nuestros nombres, incluso si fuesen dichos por otra persona. Manu y Nino en una oración era justo lo que necesitaba para sentirme alegre, así de sencillo era amarla. De alguna forma la exposición revivía en mí la esperanza de volver a ver Nino y sus ojos fuera de mi cabeza, pues hacía ya muchos años que la imagen en mis dibujos ya no era suficiente.
Mi preparación para la galería pudo haberse converti