Manu
Si de algo estaba seguro, era que Nino me odiaba. Tal vez por presentar aquella exposición sin siquiera preguntarle si le agradaba la idea de ver su rostro por todas partes, o porque jamás la contacté, o porque seguía siendo el mismo perdedor de siempre. ¿Era eso? ¿No podía ver lo mucho que me estaba esforzando por ser un hombre? Me quedé en silencio, incapaz de quitar la vista de los ojos de esa mujer que tanto había amado, tratando de esconder mis manos temblorosas para que Nino no descubriera lo nervioso que estaba. ¿Por qué no puedes solo sonreírme una última vez?, pensé. Intenté hacerlo yo, pero la mueca que salió de mis labios no parecía reflejar lo mucho que anhelaba ese momento y, poco a poco, mi mente comenzó a traicionarme.
Sonríe, Nino, por favor sonríe, por favor sonríe, sonríe... repetía incansable en mi cabeza, porque estaba seguro de que si ella no sonreía al verme, iba a ser incapaz de hablar. No estaba ni remotamente preparado para enfrentarme a una Nino que me d