Nino
Paseé arrastrando mis pies por los estrechos pasillos del minisúper ubicado en la esquina de enfrente al edificio, debatiendo entre la compra de helado o algo de cerveza que me ayudara a olvidar. Las luces fluorescentes parpadeaban con un zumbido constante que se mezclaba con el murmullo de la música de fondo, creando esa atmósfera particular de los lugares que permanecen abiertos hasta tarde para rescatar a los solitarios como yo. El piso de linóleo gastado crujía bajo mis pasos mientras avanzaba sin rumbo fijo, como si caminar fuera suficiente para mantener a raya los pensamientos que amenazaban con ahogarme.
Me gustaba merodear entre los nuevos snacks disponibles, fingiendo interés en productos que sabía que no compraría, prolongando ese momento de suspensión donde aún podía pretender que mi vida no se había desmoronado unas horas antes. Aunque en aquella ocasión, sobre una de las góndolas que lucían los productos, me encontré con esas leches desabridas que tanto disfrutaba Ma