Cristal.
—Dante, llegaste.
La voz de Lorenzo rompió el silencio del cuarto, atrayendo la mirada de su sobrino hacia él. Dante se detuvo en la entrada, sus manos en los bolsillos, como si intentara contener algo que amenazaba con desbordarse.
—Sí, llegué. —Su voz apenas fue un susurro mientras se acercaba.—Perdón por la tardanza… había mucho tráfico.
Una mentira. Una excusa barata para disfrazar la verdad: que había estado sentado en su auto, con las manos crispadas sobre el volante y el alma hecha pedazos. Que había estado luchando contra el ardor en su garganta, contra el peso asfixiante de saber que la mujer que amaba, en unas pocas horas, se uniría a otro hombre. A su tío.
Lorenzo agitó una mano, restándole importancia.
—No pasa nada. Lo importante es que llegaste. Yo…Estoy un poco nervioso por la boda.
—¿Por qué?
—Espero que todo salga bien, pero… no dejo de pensar en la señora Velarde.
—¿Valeria?
—Sí. —Lorenzo asintió. —Me aseguró que aceptaba mi matrimonio con Isabella, pero no puedo sac