Una vez fuera de la casa, se topó con los guardias que la custodian.
—Voy a salir un momento, quiero que mantengan vigilada a la señora Emma —les ordenó, consciente de lo que era capaz para salirse con la suya.
—Está bien señor —respondieron estos a su vez.
Oliver tomo su auto y es que estaba dispuesto a aclarar la verdad sin importar el precio que tuviese que pagar para hacerlo. Se dirigió enseguida a casa de su prometida; pues, aunque en el fondo no quería creer que hubiese dicho algo como lo que Emma sugería, sabía que está no era una mentirosa. No tenía por qué inventar algo semejante, no cuando sabía que no necesitaba motivos para justificar su marcha y es que ella sabía defenderse muy bien con la pura verdad. Eso le podía en una seria encrucijada, misma que estaba dispuesto a resolver cuanto antes.
Llego a casa de esta, cerca de la media noche y aunque sabía que no era una hora del todo prudente para visitarla; no podía esperar a que amaneciera. Lo que tenía para decirle era alg