Al escuchar eso, Emma volteo a su alrededor y vio que en la mesita de al lado de la cama había unas tijeras. Decidió entonces tomarlas en medio de un arrebato.
—Te juro que si te lo llevas, que si lo apartas de mi lado; no me detendré ante nada y te matare, eso tenlo por seguro —lo amenazó con furia.
—Yo nunca me atrevería a hacer algo como eso —le aseguró.
—Pues no lo parece, me has arrebatado a mi hijo y no permitiré que eso ocurra —le dijo sin dejarse achicar ante este, aun en su condición.
—No te lo he quitado. Él solo esta con mi madre, ella lo cuidara para que nosotros podamos hablar —le explicó, tratando de calmarla.
—Ya lo hemos hecho y no tenemos más nada que decirnos, así que regrésamelo y déjame ir —le ordenó.
—No lo hare, pues no hemos terminado de hablar ni de cerca y hasta que lo hagamos nos quedaremos aquí —le respondió, consiente de que aún había mucho por aclarar.
—No puedes hacer eso, no puedes mantenerme en este sitio; eso es ilegal —afirmó, tratando de amedrentarlo