Mundo ficciónIniciar sesión—Bien, entonces nos vamos, necesito devolverla antes de que su cuerpo decida renunciar.—dijo Sebastián, levantándose con gesto profesional pero claramente nervioso.
Eloisa lo miró con terror absoluto y cero paciencia emocional.—¿Mi cuerpo qué?— —Renunciar, a veces, cuando el alma tarda, el cuerpo decide abandonar el proyecto,—repitió Sebastián como si hablara del horario de un ómnibus. —¿Abandonar cuál proyecto? ¿El de vivir? —preguntó Eloisa, ya blanca como leche descremada. —Sí, ese mismo, pero no pasa siempre, solo en días complicados, como Navidad. Y hoy… bueno… es Navidad.—dijo Sebastián tranquilo Eloisa se levantó, aunque seguía flotando sin quererlo, el suelo estaba unos centímetros por debajo de sus pies, pero ella ni lo notó. Su cabello flotaba un poquito también, como si estuviera bajo el agua. —¿Y cómo funciona esto de volver? ¿Volveré así nomás? ¿Como si nada?— preguntó Eloisa —Si todo sale bien, sí, si sale mal… bueno… puede que se despierte hablando en rimas o viendo duendes navideños. Pero nada grave.—respondió Sebastián, ajustándose la capa negra que le caía hasta los tobillos. La sangre abandonó el rostro de Eloisa.—¿Estás bromeando?— —Lo sabrá en unos minutos —dijo Sebastián con una serenidad que no tranquilizaba a nadie. Eloisa abrió la boca para protestar, pero Sebastián chasqueó los dedos. Un sello dorado apareció flotando en el aire, se hundió en el documento y dejó una marca brillante. El trámite estaba iniciado, el alma estaba oficialmente en proceso de devolución. Y el pacto más absurdo del planeta y del Más Allá quedaba sellado... Sebastián, hijo de La Parca, sería el novio falso de Eloisa Márquez hasta que todo se solucionara. Porque, aunque el Más Allá presumía mucha organización, la realidad era otra... la Navidad era un caos y el amor falso o no era una moneda poderosa para arreglar los entuertos burocráticos. El camino hacia el Departamento de Reunificación era, en una palabra, deprimente, paredes grises, luces parpadeantes y carteles que decían “Sonría, su muerte puede ser mejor” o “Reclamaciones sólo hasta las 17:00”. Eloisa los miraba con una mezcla de terror y ganas de llorar.—¿Siempre es así de lúgubre? —preguntó, avanzando junto a Sebastián. —No. A veces es peor —respondió Sebastián completamente serio. Ella tragó saliva y entonces llegaron, delante de ellos había una fila tan larga que Eloisa pensó que podía ver gente muerta de todas las épocas literalmente. —¡Hay un tipo vestido de gladiador! —susurró Eloisa, horrorizada. —Sí, pobre Marco, está esperando hace dos mil años un permiso para una reencarnación. Suele caerle mal a la gente cuando lo escuchan gritar “¡Por Roma!” cada cinco minutos.—dijo Sebastián. La fila avanzaba a paso glacial. Eloisa cruzó los brazos.—¿Y tenemos que hacer esta fila?— —Reglas del sistema y si intento saltármela, los de arriba me rompen el contrato.—respondió Sebastián, suspirando. —¿Arriba como en... cielo? —preguntó Eloisa, esperanzada. —No, arriba como en administración, mucho peor. —aclaró Sebastián. Cuando por fin llegaron al mostrador, una mujer con cara de pocos amigos o sea mal humorada, levantó la vista. Tenía ojeras profundas, el pelo recogido en un moño apretadísimo y un sello enorme en la mano.—Trámite —dijo con voz monotonal. —Error al tomar el alma —dijo Sebastián entre dientes, tratando de sonar profesional. La mujer alzó una ceja, miró a Sebastián, luego a Eloisa, flotando involuntariamente a su lado. Luego, sin sorpresa alguna, exclamó,—Otro más.— Agarró el papel, estrelló un sello rojo sobre él, y lo dejó caer bajo una pila de documentos tan gruesa que Eloisa juraría haber oído un suspiro proveniente de adentro. —Es urgente —intervino Sebastián, apoyando la mano en el mostrador. La mujer ni pestañeó.—Debe esperar su turno —respondió, sin un gramo de simpatía humana ni post-mortem. —¿Cuánto tiempo? —preguntó Sebastián, con los dientes apretados. La mujer tomó una libreta, la revisó, la cerró, la volvió a abrir por otro lado, chasqueó la lengua y dijo,—A ver… mmmm… 31 de diciembre.— Silencio.... Eloisa abrió la boca. —¿¡31 de diciembre!? ¡Pero eso es en una semana! —exclamó Sebastián horrorizado. —Exacto —respondió la mujer con un bostezo. —Mi cuerpo no puede esperar una semana, yo NUNCA esperé ni una hora para una pizza, ¿cómo voy a esperar una semana para volver a MI CUERPO?—dijo Eloisa, alarmada. La mujer la miró con la expresión de alguien que ha escuchado esa queja mil veces.—Señorita, hay gente esperando desde 1923. Una semana es prácticamente “entrega exprés”..— Eloisa se agarró la cabeza.—¡Me voy a morir!— —Ya se murió —respondió la mujer, marcando algo en su libreta. —¡Bueno, me voy a morir de nuevo! —chilló Eloisa. —Técnicamente imposible, pero entiendo la metáfora.—respondió la mujer con calma funeraria. Sebastián respiró hondo.—Tiene que haber otra forma, yo cometí el error, yo la traje por accidente. Eso cuenta como “falla de operador”. Deberían darnos prioridad.—apoyando ambas manos en el mostrador La mujer levantó la mirada.—¿Tiene pruebas?.— Sebastián señaló a Eloisa.—Ella no debía morir.— Eloisa alzó la mano.—Puedo confirmar, yo no debía morir, hoy solo debía mentirle a mi madre y llevar un novio falso, era todo.— La mujer frunció los labios.—Qué festivo.— —¿Puede ayudarnos o no? —insistió Sebastián. La mujer suspiró, se quitó los lentes, se sobó la frente como si Sebastián le hubiera pedido que cargara el planeta en brazos. —Si fue error suyo, deberá presentar una solicitud de Corrección de Trayectoria del Alma. Formulario N° 12-B.— Sebastián palideció.—No… ese no… Odio ese formulario… tiene diecisiete páginas…—susurró —Dieciocho, agregaron una nueva, para justificar emociones navideñas.—corrigió la mujer —¡¿Qué clase de trámite absurdo es ese?! —preguntó Eloisa, exasperada. La mujer la miró como si Eloisa acabara de preguntar qué es el aire.—Señorita, las emociones navideñas son las que generan el 78% de los errores de recolección: gente llorando, gente mintiendo, gente arrepintiéndose de haberse comido el pan dulce de otro...La Navidad es peligrosa.— Sebastián apoyó la frente en el mostrador.—¿Y cuánto tarda el formulario 12-B?— —Depende, si logran justificar de forma convincente por qué la señorita Márquez estaba en esa esquina y no donde el sistema la tenía registrada… podrían tener aprobación en 24 horas.—respondió la mujer, consultando una pantalla. —¡Perfecto! —dijo Eloisa, aliviada. —Pero —continuó la mujer. —NO —dijeron ambos al mismo tiempo. —Pero , para que el formulario sea aceptado, deben demostrar que la razón emocional que la llevó a desviarse de su camino es real.—repitió ella, disfrutando del drama. Sebastián entrecerró los ojos.—¿Qué insinúa?— La mujer los miró fijamente.—La ficha dice que la señorita Márquez estaba alterada por un conflicto sentimental...Una mentira dicha a su madre....Un supuesto novio....Un estado emocional fuerte.— Eloisa sintió que el alma —literalmente— se le caía al piso.—Oh no. No, no, no…— La mujer asintió, implacable.—Para validar la justificación, el sistema debe confirmar que el “novio” existe.—






