El taller de Elena, bañado por la luz dorada del atardecer que entraba en ráfagas a través de los ventanales altos, estaba en un silencio absoluto, excepto por el susurro del pincel contra el lienzo antiguo. Llevaba horas frente al cuadro, pero su mirada se perdía más allá de los trazos agrietados por el tiempo.
El retrato, rescatado de una colección privada llegada desde Viena, representaba a una mujer vestida con un delicado vestido de encaje victoriano. Su postura era erguida, su rostro calmado, y, sin embargo... había algo en sus ojos. Algo que le resultaba demasiado familiar.Elena respiró hondo, como si intentara absorber el alma atrapada en aquella imagen.-No puede ser... -susurró, acariciando con la yema de los dedos, una grieta apenas visible en la esquina del marco.La mujer del retrato... se parecía a ella. No era una semejanza casual. No una ilusión. Era como si su ro