El pasado no solo regresa. A veces, nunca se fue del todo.
El amanecer había llegado con una quietud extraña, como si el aire mismo supiera que algo estaba por cambiar. Alejandro se despertó antes que Elena, con el corazón latiendo con una tensión difícil de explicar. Soñaba con su infancia más seguido de lo habitual, pero esta vez no era un sueño: había sido una visión, una sensación que lo había obligado a abrir los ojos bruscamente. En su mente, la imagen borrosa de su padre, Mauricio de la Vega, se superponía con la figura de Esteban Calderón, como si siempre hubieran estado conectados, aunque jamás lo había querido aceptar.
El silencio era espeso cuando se sentó frente a su escritorio en el despacho. Aún no había salido el sol. Encendió el sistema de seguridad y revisó las grabaciones de la madrugada. Había