Thomas aparcó la camioneta frente a la casa de su madre y apagó el motor. Se quedó un momento en silencio, con las manos sobre el volante, respirando hondo. Sabía que la conversación con Xavier sería crucial. Aunque confiaba en que su hijo lo entendería, no podía evitar sentirse nervioso. Después de todo, Xavier había sido testigo de los conflictos con su madre y, aunque nunca hablaba demasiado del tema, Thomas sabía que guardaba sus propias heridas… Aunque él fingiera que le daba lo mismo.
Bajó del vehículo y tocó el timbre. La puerta se abrió casi al instante y su madre, con los labios fruncidos, lo recibió con una mirada severa.
—Llegas tarde —fue lo primero que dijo.
Thomas soltó un suspiro.
—Buenos días, mamá. También me da gusto verte.
—Se supone que te lo iba a cuidar hasta la noche. No me dijiste nada de que se iba a quedar a dormir.
—Lo sé, y te pido disculpas, fue… algo que simplemente surgió.
—Bueno, la próxima vez que no “surja”. Mándalo con una muda de ropa limpia, al men