Las cajas iban y venían. Algunas cerradas con cinta adhesiva, otras abiertas a medio desempacar. Los empleados de la mudanza se movían con eficiencia, llevando muebles, acomodando estanterías y preguntándole a Sophia dónde debía ir cada cosa. Pero a pesar del bullicio, ella solo escuchaba el eco de su propia respiración.
El apartamento era amplio, luminoso. Pisos de madera impecables, ventanales altos que ofrecían una vista panorámica de la ciudad y una cocina con electrodomésticos que todavía olían a nuevo. Una bonita terraza con un pequeño jardín y algunos macro bonsáis, excelente lugar para que Rex pueda hacer sus cosas, y una habitación amplia que recibía la luz del día. Una mejora evidente respecto a su antigua casa, más práctica, más segura… pero no la sentía suya. ¿La sentiría algún día? Había comprado ese departamento gracias a las ganancias de la primera edición de Milagro en la Yarda 22. Qué ironía… En gran parte su nueva casa era gracias a Thomas y su historia. La sola idea