Gabriel caminó hacia el estrado con un aire de superioridad que llenaba la sala. Su traje impecable, combinado con su postura confiada, era un espectáculo por sí mismo. Cada paso resonaba en el silencio, como si quisiera recordarles a todos su importancia. Antes de sentarse, echó un vistazo al jurado y luego a Thomas, quien no se movió, aunque sus manos cerradas en puños eran delatoras.
—Señor Torr, gracias por estar aquí hoy —comenzó Hilton con su tono afable luego de que su cliente tomara asiento—. Sé que esto no es fácil, pero su declaración será clave para esclarecer los hechos. ¿Podría empezar recordándonos por qué esta aquí hoy?
Gabriel asintió, acomodándose con cuidado en la silla. Su voz sonó firme, pero con un tinte de suficiencia.
—Porque el señor Thomas Sclavi ha pedido que se reduzca su tiempo de suspensión de juicio a prueba —respondió Gabriel—, y es mi intención que se deje sin efecto su probation y se lo condene con la pena que merece.
—Le recuerdo a los señores del jur