54. Solo escúchame
Tras las palabras de Nickolas asentía con detenimiento; sabía que debía hablar con Dante para arreglar las cosas. No era una niña que escapaba, era una adulta. A pesar de mi corta edad había tenido que madurar, no porque quisiera, sino por necesidad. Apenas me había vuelto adulta cuando tuve que tomar no solo la rienda de mantener la casa, sino también la vida de mi sobrino.
No era dura por gusto, sino por obligación.
Era el claro ejemplo de que muchas veces decidía no por mí, sino por mi alrededor. Dejé escapar un exhalo profundo y me levanté con calma, notando cómo Nickolas no apartaba la vista de Dante. Entre ellos dos había una conversación silenciosa, similar a dos fuerzas de truenos golpeándose una y otra vez.
Al acercarme a él, como si su cuerpo me jalara de manera silenciosa, mi pequeño ya se había acercado también. Lo abrazó con fuerza y, por un instante, Dante lo abrazó con una intensidad arrolladora. Era incomprensible: el hombre que había gritado a los cuatro vientos que n