53. Muchas cosas en la cabeza
El aire se condensó de una manera que se convirtió en un tornado. Magnético, de esos que te jalan con la mirada. Él pareció sentirlo; movió la cabeza hacia mi posición y, al verme, se notó ligeramente sorprendido. Lo observé terminar de ayudar a la mujer de antes y, tras ello, caminó hacia mí.
No tenía la típica aura imponente de Dante que reclamaba todo el aire; no, la de él era más calmada. Llegó a mi posición, mostró la sonrisa más serena y encantadora posible y, tras eso, dijo con calma:
—Louisa, no sabía que venías a este parque —se sentó a mi lado, dejando el suficiente espacio para estar juntos sin invadir el mío—. ¿Hace cuánto llegaste?
Por un momento irónico, mi cabeza comenzó a apuntar que me seguía. Ladeé la cabeza, respondiendo su pregunta con otra:
—Este parque queda un poco apartado de tu casa. ¿No tienes parques cerca?
—Aunque parezca sorprendente, por mi área no hay parques muy favorables. Los juegos que tienen no son para la edad de Emma —sus ojos se posaron en su peq