55. No tienes que hacer esto
No debía ceder, me negaba a hacerlo, pero su rostro estaba a punto de derribar mis defensas. No podías encontrar a ese hombre poderoso que parecía ser dueño del mundo, sino a un hombre que estaba a punto de perder lo que más le importaba. Su mano, esa que antes me había tomado con fuerza, ahora lo hacía con suavidad.
—Louisa —volvió a arrastrar mi nombre con su acento.
Su voz se había convertido en esa fuerza devastadora que no tenía sentido. Te envolvía en esa magia imposible de romper y te desarmaba. Era ese tono exacto y suficiente para poder atravesar mi piel, mis sentidos y mi corazón. Sabía que estaba creando en mí ese impulso que pronto cedería. Intenté alejarme de nuevo, pero él lo evitó.
No con fuerza, sino con un apego que incluso a mí me mantuvo allí.
—Yo no sé expresarme… —comenzó, con su voz en un susurro que buscaba competir con el viento—. No sé cómo pedirte que no te vayas. Que confíes en mí, porque nunca he tenido la necesidad de eso, pero debo decirte algo.
Su dedo p