Capítulo narrado por Mariano:
Decirle a Fatima que no iba a ir con ella. Que no estaba seguro de que los sentimientos que yo experimentaba por ella eran maduros. Sé que fui un idiota. Pero era necesario. No puedo arriesgar más. No está en mis manos. Salgo de la clínica con el corazón pisoteado. El cielo, está completamente nublado y a la vez también sombrío, parece reflejar lo que siento por dentro: gris, desordenado, quebrado. Fatima se ha ido. Huyó con Zayd. Están solos, le da más tiempo para conocer a ese hombre, un hombre que se nota que está muy interesado en ella. Lo sé. Yo propicié que se fuera sola con él. Aunque cada parte de mí esté tratando de convencerse de que hice lo correcto. Que no sentía por ella lo mismo en el momento. Que no podía presionarme a actuar. Le rompí el alma, lo sé… Y la mía no quedó ilesa al ver la enorme decepción que Fatima tenía en su mirada, la cagué. Y no sé qué hacer. La verdad, es que lo hice por ella. Por protegerla de un mundo al que no pertenece. De una familia que no le daría tregua. Y de mí, que cada vez estoy más atrapado en esta red de compromisos ajenos. Pero ahora que no está, que sé que ha escapado, la culpa me devora con cada paso que doy. Por haberse acercado a mí, empezó toda esta turbia tormenta... ¿Por qué no podemos simplemente estar felices ella y yo, por habernos reencontrado? Voy en silencio, buscando aire, buscando un rincón donde el dolor no se note, donde pueda pensar. Pero no me dan chance de respirar ni siquiera un poco, apenas me encuentro hurgando en mis bolsillos para encontrar las llaves de mi automóvil, aparece con unos atorrantes alaridos Fatma, la madre de Fatima, parece una jodida pesadilla caminante. Su rostro está grasoso. Su rímel se ha corrido. No tiene la misma imagen de mujer impecable qué normalmente usa. Sus ojos me juzgan, me desgarran. —¿Dónde está mi hija?, no encuentro a Fatima en ninguna parte. La he buscado en las demas habitaciones, por sí intentaba hacer algo... Y no sé donde está. Se supone que se fue con el doctor Zayd para hacer unos estudios especiales. Pero me acaba de decir su enfermera que estos estudios ya fueron realizados y que el doctor Zayd incluso salió a almorzar. ¿Qué has hecho con Fatima?, ¡ya basta de tanta inmadurez! —dispara, sin miramientos. Intento fingir ignorancia ante su escena, pero no soy actor. Ella lo nota. Me toma del brazo, con fuerza. Me empuja contra la pared, con una determinación increible. El miedo que me empieza a subir por el cuello, no viene por el golpe, sino por la desesperación que noto en sus manos. Ella también sabe. Lo sabe y lo teme. —Ella no está en la clinica, ¿verdad? —dice, susurrando con veneno. —, y si te soy honesta, quizás sea mejor así. Omar nunca le va a tener piedad. A mí tampoco, por haberla dejado escapar. Pero a ella... Estoy segura de que le castigaría muy severo por todo este escándalo antes de hacerla cumplir. —arroja Fatma, pareciendo lejana a lo que dice. ¿Su marido también la violenta? La frase me sacude. No por lo que revela, sino por la crudeza. ¿Fatma lo acepta? ¿Prefiere que su hija se pierda a que enfrente la furia de su esposo? ¿Cree que yo la ayude a irse? —Prefiero no verla volver. Pero nunca. Jamás. —continúa. —, antes que verla sufrir lo que él le tiene preparado. Tú entiendes eso, ¿verdad?, mi esposo es un buen hombre. Pero a veces, pierde los límites. Y en este momento, no dudaría de lo que pasaría... z Sí. Lo entiendo. Y eso me quiebra más. Saber que incluso Fatma, es consciente de que su marido es un puto monstruo. De pronto, dentro de la clínica se oye un murmullo creciente. La abuela Dana ha colapsado. Se desmaya justo frente al mostrador. Médicos corren, gente se agita. Yo sé lo que está haciendo. Sé que está fingiendo. Está ganando tiempo para que la ausencia de Zayd no genere más preguntas. Habían acordado que lo hiciera hace un rato, sin embargo, la misteriosa conversación que tuvo con su nuera parece haberse extendido. Ha sido un acto perfectamente ejecutado. Mientras todos se agolpan alrededor de Dana, yo permanezco en la periferia, junto a Fatma, todavía atrapado en su confesión, y mi propia culpa. Quisiera contarle lo de Lauren. Mi hermanita. Secuestrada por el psicopata de su marido. Quisiera gritar que tengo problemas más grandes que sus preocupaciones. Pero no lo hago. No todavía. No puedo confiar en nadie. Y mucho menos en la esposa del hombre que está cargándose mi vida, obligándome a vivir una vida en la que no seré feliz. No seré feliz sabiendo que Fatima, la mujer a la que amo, se encuentra huyendo de un trágico destino que no merece. No seré feliz cargando en mis hombros la culpa por no haber luchado por ella hace unos años. Por haber creído en la falacia de su familia y haber aceptado sin investigar previamente, un compromiso futuro con Kiara Hneidi. Camino unos pasos, me alejo de la multitud. Mi celular pesa en el bolsillo como si fuera un estupido bloque de hierro. Lo saco. Es importante que empiece a moverme, que empiece a actuar. Decido llamar a Kiara. No tengo remedio. Contesta de inmediato. Su voz es solemne. Sé que espera que le cuente que Fatima ha desaparecido. Que quizás ya no esté en el camino. Para ella, eso significa que yo estoy más cerca. Que mi promesa de boda es más real. Que yo me he enterado que Fatima se esfumó. Por supuesto que Kiara es tan tonta que jamás pensaría que la misma Fatima me lo ha dicho. Creo que lo mas ventajoso por el momento, es que todos crean que no sé donde está Fatima. Y es la verdad, supuestamente Zayd me lo diría al volver. Tengo que ir a verla. Y lo haré. Después de que mi hermana este a salvo. —Estoy aquí para ti, Mariano. Siempre lo he estado. —dice Kiara con intensidad. Su tono está cargado de anhelo. Lo sé. Kiara me desea. Me lo dio a demostrar con la escena en mi casa, luego la del hospital. Por alguna razon, siento que esto afloro en ella al haberme visto con otra mujer. Pero eso no cambia nada. Ella no me conoce más allá de lo formal, ni siquiera la he besado. No como a Fatima a la cual he besado, he reído en su pecho, he dormido en sus piernas... Y sé que han pasado años. Pero recuerdo exactamente como me sentí en esos días. Y lo quiero en mi vida, quiero volver a sentirme así. Y eso solo lo lograré, sí recupero a Fatima. No puedo dejar de pensar en Lauren. En el peligro. Mientras Kiara me habla de que quiere verme. Que me será sincera sobre lo que siente por mí... Su cochino afecto está cimentado en una imagen, en un deber religioso, en una obsesión que nació antes de que yo pudiera alzar la voz. Su padre, tiene secuestrada a mi hermana debido a que se enteró que me acerque a la mujer que realmente siempre he amado. Kiara tampoco esta bien de la cabeza. —No tenía qué llamarte, Kiara. Pensé que podríamos hablar sobre todo esto... No estoy listo para hablar de sentimientos. —le digo, seco. —¿Por qué no? Eres mi prometido. No importa lo que pienses, yo sí creo en nuestro destino. Estamos destinados a ser felices juntos, y sé que lo ves. Tienes que verlo. Por algo, Allah te puso ese papel, el cual firmaste, y parecías contento de haberlo hecho. —arroja Kiara con desdén. Dios no puso ese papel en mi camino. Fue mi padre. Fui un estupido por aceptarlo. Pero en mi defensa, después de que me enteré de que Fatima se había casado con otro hombre, como me hicieron creer por años sus padres... Yo dejé de creer en el amor y solo estuve con mujeres de forma ocasional y sin compromisos. No sentí nada por nadie. Por ende, casarme con alguien a quien no amaba, no significaba nada. Tenía la convicción, de que si Fatima, a pesar de la intensidad de nuestras conversaciones y encuentros, habia podido hacer una vida en otra parte... Yo también podía seguir viviendo. El silencio entre Kiara y yo, se vuelve espeso. Ella quiere mi cariño, mi entrega. Pero yo estoy lejos. Muy lejos de todo eso. Lo nuestro es un contrato. Un pacto de sangre y poder que no elegí. Jamás lo habría elegido si hubiera sabido toda la verdad. Cuelgo antes de que su voz me asfixie más. Tengo que hacer algo. No puedo seguir cargando la culpa de todos. No puedo permitir que Lauren, mi hermanita, que no tiene nada que ver con mis decisiones, siga siendo una moneda de cambio. Si Omar quiere destruir a Fatima, tendra qué pensarlo bien. Pero no va a destruir a mi hermana en el proceso. Tomo aire. Busco el nombre que más me duele marcar en ese maldito teléfono. Omar Hneidi. La pantalla tiembla en mi mano. Me preparo. El trato está claro: Libera a mi hermanita hoy mismo y yo le doy lo que quiere. No vuelvo a acercarme a Fatima. Me caso con Kiara. Lo cumplo todo. Pero debe liberarla. De una vez. Mi hermana no tiene que ver con esto. Acabar con los Hneidi en el proceso, se convertirá en un reto personal. Pongo el teléfono en mi oído. El tono de llamada comienza a sonar. Uno… Dos… Tres… No hay vuelta atrás. Fatima lo entenderá, buscaré los modos, sean cuales sean, por volver a estar juntos y construir un vínculo limpio, y justo.