Capítulo narrado por Zayd:
Abro la puerta con suavidad. Una noche más en la que decido venir hasta aquí a pasar la noche... Pude haberme quedado en mi apartamento, pero esta vez, mi madre me sugirió que me quedara, y que revisara el estado de las heridas de Fatima y asesorara con sus terapias... La casa está en una ligera penumbra, pero el aire es tibio, como si lo hubieran perfumado con algo muy dulce. Me quito la chaqueta pesada en la entrada y dejo la bolsa con medicinas que he traido para mamá y Fatima sobre el aparador. Escucho un leve tintineo de vajilla desde el comedor, y camino hacia allí sin ruido, esperando encontrar a mi madre poniendo la mesa como de costumbre a esta hora. Pero esta vez, resulta que no es así. Es ella... Tomándome por sorpresa, por cierto. Fátima. Me detengo sin poder evitarlo. Algo en ella se ve distinto en esta noche. No sé si es el recogido del cabello que no había tenido oportunidad de imaginar como se vería, esos mechones libres que juegan sobre sus mejillas, o esa blusa morada con bordados sutiles que parece abrazarla justo donde debería. Sus ojos me encuentran y me siento un patán por haber estado mirando sus pechos. Me encuentro con sus ojos esmeraldas, que han sido firmes, tristes y desafiantes en estos pocos días que llevo de conocerla, y en este instante brillan como si estuvieran contándome algo sin hablar... Me siento culpable por haberme distraido en sus pechos. Ligeramente expuestos. A pesar de mi fe y mis responsabilidades... Soy hombre, tengo sangre en el cuerpo. No puedo evitar mirar lo hermoso cuando está justo en frente de mí. Todo en ella es presencia. Y yo, que he entrenado el alma para no ver demasiado, no puedo evitarlo. Su belleza no es nueva. Pero esta noche tiene una claridad peligrosa. Me reprendo. Me repito que no vine a sentir, que mi prioridad por mucho tiempo es únicamente cuidar de ella y protegerla. Pero la mirada que me lanza corta ese hilo de pensamiento como si no tuviera derecho a resistirme a ella. —Salam. —susurra Fatima con una sonrisa tímida. Y ese saludo me trae de nuevo a la realidad. —Salam, Fátima. Estás… Distinta esta noche. Te ves muy amena. No quiero decirle que se ve hermosa y despampanante. Porque no quiero asustarla y que piense que soy un abusivo y confianzudo. Ella sonríe, como quien ya lo sabe. Me invita a sentarme con un gesto suave. La mesa está dispuesta con tanto detalle que parece salida de un recuerdo... Y me reprendo por pensarlo de ese modo. —¿Tuviste un buen día? —le pregunto, aunque lo evidente me tiene atrapado ante sus encantos. —Más movido que bueno. —responde, con un tono de dignidad que me hace querer saber hasta el último detalle que tiene para contarme. Se sirve una pequeña taza de té y lo hace en silencio. Yo espero. Algo me dice que está por revelarme algo importante. —Hablé con Evans... —comienza, su expresión se endurece levemente. —¿Tu exjefe? –le pregunto intrigado por su gesto. —Sí. Le dije lo que nadie quiso decirle jamás. Que es un nepo baby. Que me dejaron sola con el caso de Hans. Que mientras yo denunciaba el daño ambiental, ellos preferían callar por miedo a perder patrocinio. Y que actuaban como unos idiotas. –arroja Fatima con una mediasonrisa. —¿Y qué te respondió? —le pregunto. —Que supo que tuve una aventura con Mariano. Que por eso me accidenté. Que no era ético llegar a la clínica vestida como llegué… –arroja Fatima y recuerdo la escena, solo tenía una camisa de hombre. Y por supuesto que esa camisa era del infeliz de Mariano Hans. Siento la rabia subir por mi pecho como una llamarada. No por el contenido. Por la forma. Por la miseria humana que camina por el mundo como una jodida pandemia. —Fatima... —digo en un hilo de voz. Sinceramente, no sé con exactitud que debería decir. Todo es muy reciente, y Fatima es una dama, no sé que tipo de relación mantenía con Mariano, solo sé que él la dejó a su suerte y es un cobarde que ahora va a casarse con su hermana. —No importa. Corté. No vale la pena. Pero hoy, me ofrecieron trabajo en el bufete de mujeres musulmanas. Les ayudaré con la custodia de sus hijos. El imam de mayor influencia ya aprobó mi permiso temporal. No es mucho, pero significa todo para mí. –me confiesa Fatima y su expresión gracias a Allah cambia. Sus ojos se humedecen un poco, pero no es tristeza. Ella no se quiebra, pero yo sí me preocupo un poco. No se si se este arriesgando demasiado. Su padre todavía la busca. Y hasta que no vea a su hija Kiara casada, no creo que deje de estar histérico en cuanto a Fatima. Eso fue lo que la tía Dana me explicó. —Ahora entiendo por qué Mariano insistía en que no era adecuado darte el alta. Decía que trabajarías de inmediato… —, tienes que tener un poco mas de descanso, aún no estás recuperada. ¿Cómo van tus terapias? —le pregunto. El cambio en su cara es súbito. El tono festivo se evapora. Se pone rígida, casi distante. —Lo siento. No debí mencionarlo. —arrojo rápidamente al notar su expresión. Por supuesto que se ha incomodado porque he nombrado a Mariano, soy un estupido de primera. Ella no me corrige. No me reprocha. Pero guarda silencio. Y ahí lo noto. Lo que no está diciéndome... —Tú todavía sientes mucho por él... —le digo, como quien toca una cuerda floja. —, más de lo que dejas ver. Y de verdad no quiero que estés mal. No sé si fui demasiado imprudente al decirte sobre su conversión... Lo siento, Fatima. No sé cómo tratar el tema. Ella se me queda mirando. Pero esta vez no hay culpa. No hay negación. Hay una llama encendida que no espera que yo le de permiso. Me pide con su mirada que me calle la boca y que no siga cargándola más. Se pone de pie. Camina hacia mí con una determinación que me desarma todos mis entrenamientos. Su andar es lento, pero firme. Cada paso que da parece más íntimo. Más feroz. Más suyo. Llega justo frente a mí. Sus ojos no parpadean. Y antes de que pueda articular palabra alguna al estar tan sorprendido por su acercamiento… Fatima me besa. Y no es un roce. No es un simple pico... Es un beso completo. Denso. Largo. Una tormenta delicada que me arranca el aire y me deja solo con el calor. Sus labios se funden con los míos como si el mundo se hubiese suspendido por un instante. Y me quedo ahí. Sin saber qué hacer. Sin querer hacer otra cosa que besar a Fatima. Olvidarme de la conversación que acabamos de tener, de la conversación que tuve ayer con mi madre, de la forma en que Fatima llegó a la clínica, de la suplica de Fatima a Mariano Hans para que viniera con ella hasta aquí. Lo saco todo de mi mente. Mi cuerpo responde ante su olor y a la suavidad de sus labios. No lo planeo. Mis manos rozan su cintura, apenas, sin invadir. El aroma de su piel me envuelve. Las especias que usó en la cocina parecen haberse posado también sobre ella. Sabe a dátil y a decisión, sabe a mujer que está segura de quién es. Y ese es mi sabor favorito en ella. O bueno... Es el primero que tengo la oportunidad de probar y lo aprovecho al máximo y lo proclamo mi preferido. Y entonces, el deseo aparece. Como hombre. Como cuerpo. Como historia latente. Y me invade una culpa suave. No por ella. Por mí. Por querer. Por sentir más allá de lo permitido. Por no separar la vocación del temblor. La aparto con delicadeza. No hay rechazo en mi gesto. Solo necesidad de respirarla sin perderme. —Fátima… —susurro. Y mi voz no encuentra tono. —Lo sé. —me responde. —, perdón. No sé por qué lo hice. Su frente reposa contra la mía por un segundo más. Y ese segundo dura siglos. Luego se aleja. Sin mirar atrás. Sin exigir. Pero tampoco me mostró estar arrepentida... Me quedo allí. Con el corazón latiendo como nunca. Y con la certeza brutal de que el mundo está girando y no sé en que dirección lo hace... O que es lo que debería esperar después de esto. Jamás en mi vida, una mujer me había besado sin que anteriormente fuéramos pareja o intentaramos serlo... Acabo de conocer a Fatima, y quiero respetarla... Pero me ha dado un abreboca de lo que seria un romance con ella y todo mi cuerpo empieza a colapsar de deseo... Quiero ir con cuidado, quiero demostrarle que no todos los hombres somos unos idiotas... Quiero que sepa que no quiero aprovecharme... ¿Fatima estará lista para ser pretendida? Y lo mas importante... ¿Yo estoy listo para ser lo que Fatima necesita?