Una mandarina.

Capítulo narrado por Fatima:

La casa huele a azafrán y el aroma que se mezcla, ajo y siete especies, penetrante, es delicioso. La madre de Zayd cocina con una delicadeza que me conmueve. Me sirve arroz con garbanzos, unos dátiles rellenos de nuez, y un té con exceso de cardamomo que me acaricia el estómago antes de tocarlo. Dana nunca cocinó ni sirvió cosas tan deliciosas. La verdad, Dana no es la típica abuela árabe en muchos aspectos. Mi abuela es una mezcla de una adolescente caprichosa, y una adulta mayor serena.

La madre de Zayd, se sienta frente a mí con su velo impecablemente puesto y sus manos pequeñas, temblorosas pero tiernas. No habla mucho, pero cuando lo hace, cada palabra parece meditada como si fuera parte de una oración. No parece tener ningún defecto, ni en sus modales, ni en su hablar.

—Tú comes como si tu alma estuviera cansada, Fatima. —me dice de pronto, con una sonrisa tímida, como si hubiera reflexionado demasiado lo que quería decir.

Le sonrío de vuelta. No
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