Lorenzo miró a Santiago, pensó en decirle la verdad, que no era el amor hacia Marbella lo que lo había cambiado. Era algo más fuerte que un sentimiento adolescente, guardaba con recelo el secreto de Bruno, y quizá no lo hacía por temor a morir, sino por no herir el orgullo de Blake, estuvo a punto de decirlo, pero cuando sus labios expulsaron el aire se arrepintió, se apartó de Santiago y se echó hacia atrás, con ligereza. Este lo miró y sonrió.
—Bien olvídalo, después de todo, eso ya pasó, tus hermanos están convencidos de que ese amor solo fue algo fugaz, algo infantil, no creas que soy un chismoso, los escuché hablar de esto hace tiempo.
Me sorprende que le hayas contado a Bruno lo que te pasaba, recuerdo que tú tienes mayor afinidad con Blake, pero como te lo dije, olvídalo, no es de mi incumbencia —dijo Santiago, y se tumbó sobre la cama.
—Sabes creo que ya tengo sueño, no quieres darme un masaje, me duelen los pies —dijo Santiago, parecía estar jugando por el tono de su voz,