Cala entró a su habitación, angustiada, llena de emociones que luchaban entre sí, se miraba en el espejo, el cabello húmedo sobre su rostro, la tela de sus ropas pegada a su delicada piel, y el corazón palpitante queriendo salir de su pecho, eran la imagen de lo que ella estaba sintiendo por dentro.
Había besado a su captor, ¿o su captor, la había besado?, no sabía como enfrentar todo aquello.
La visita de Antonio y el desenlace de lo que alguna vez sintió como amor, se desvaneció sin importancia para Cala, por un instante creyó que había dolor en su corazón y aunque era cierto, algo más grande disipaba aquel sufrimiento.
El beso de aquel hombre de rostro implacable era lo único en la mente de Cala, recordó sus manos y cómo se sentían en su cintura, pensó en los labios de Blake rozandola con sutileza qué de alguna forma extraña desbordaba pasión al mismo tiempo, y por último pensó en sus ojos, el azul brillante y asfixiante que ella no era capaz de observar fijamente por mucho ti