Pero yo ni me iba a molestar en darle tantas vueltas:
—Si no fuera porque siempre le dabas chance, ¿crees que ella se atrevería a plantarse delante de mí para asquearme?
—Lo que pasa es que te gusta tener una en casa y otra afuera, disfrutar de los dos mundos. Pero si quieres que te diga la verdad, ¡el más repugnante aquí eres tú!
Patrícia lloraba a un lado, como si se le viniera el mundo encima:
—¡Perdón, perdón! Todo fue mi culpa, no debí meterme entre ustedes dos, entre ti y Jaime… Ya me voy.
Yo fruncí el ceño, impaciente:
—Pues lárgate de una vez. A nadie le importa adónde vayas.
—Tu familia, los Batista, se ha venido abajo generación tras generación; contigo ya tocaron fondo.
—Si me haces caso, mejor agárrate fuerte de Jaime, porque después de él ya no vas a encontrar nada.
Ella, con la cara ardiendo de vergüenza, salió corriendo.
Jaime todavía intentó seguir insistiendo, pero Samuel mandó a sus hombres y lo echaron a golpes.
Después de la ceremonia, mis amigas vinieron a felicita