Mi marido padecía cáncer de hígado en etapa terminal. Temiendo ser una carga pesada para mí, se arrojó desesperado al río. Aunque no sabía nadar, me lancé al agua sin dudar para salvarlo. Mientras le tendía mi mano, intenté darle fuerzas para vivir, contándole que había ganado la lotería. Él fingió luchar por su vida, pero en cambio, me hundió bajo el agua hasta ahogarme. Apenas después de mi muerte, usó el dinero que yo había ganado, y se mudó con su amor del pasado a vivir en otro país. Todo había sido su plan maestro. Él fingió su enfermedad e intento de suicidio para librarse de mí y para estar con su antiguo amor. Cuando abrí los ojos de nuevo, regresé al día en que saltó al río. "¿Tanto deseas morir? ¡Pues no te preocupes, esta vez te ayudaré!", juré para mis adentros.
Leer másLucina fue despedida del hospital por su participación en la farsa de la muerte de Sergio. El caso ya estaba registrado oficialmente, la investigación estaba casi concluida y se ha agendado el juicio. Aunque ya había recibido su merecido castigo, para mí esto no era suficiente.Accedí al teléfono de Sergio y recuperé sus conversaciones y registros de transacciones con Lucina. Me revolvió el estómago leer esos mensajes empalagosos y ver las fotos y vídeos inapropiados. Jamás me hubiera imaginado que, durante todos estos años, en cada fiesta o día especial, Sergio le mandaba dinero a Lucina, la colmaba de regalos, y le enviaba comida a domicilio o flores de manera regular.Durante años, Sergio siempre pretendía ser un marido atento y confiable. Nunca pensé que también era un “maestro de multitarea”. Cuando me acompañaba a la manicura, se excusaba para "ir a comprar un cigarrillo", cuando en realidad se escapaba a un motel con Lucina un par de horas.¡Estos dos eran repulsivos! Un par de
De repente, alguien entre la multitud gritó:—¡Antes de llamar a la policía, llevémonos algo como compensación! ¡Vengan, acá por ello!Yo me quedé a un costado de la puerta, observando cómo la gente saqueaba la casa con frialdad. Sergio tal vez ya se había gastado buena parte del préstamo en amoblarla Porque había electrodomésticos nuevos por todas partes, muebles recién comprados, y varios aparatos que jamás había visto antes. Bueno, ahora todo eso tenía nuevos dueños.Mis suegros intentaron pelearse con la gente, pero todo era en vano. No eran rivales para ellos. Mientras los vecinos se acercaban a curiosear. Yo me hice a un lado, en principio, suspirando con aire dramático:—¡Ay, mis suegros! Por un instante sentí pena por ellos. Pero, solo por un instante. No solo encubrieron los cuernos que me puso Sergio, sino que planearon juntos fingir su muerte y fugarse tranquilos del país. Pensaba que yo era la única víctima, pero no sabía que también estaban metidos en la estafa.Comencé a
Esos hombres con cara de matones habían aporreado la puerta con tanta fuerza que despertaron a todo el vecindario, y parecían dispuestos a lastimarme si no les pagaba.Sin embargo, con los vecinos de testigos, me sentía más tranquila. Respiré hondo y les pregunté con calma: —¿Bajo qué condiciones le prestaron esa cantidad de plata a Sergio?Uno de ellos, mientras miraba mi casa con descaro, respondió:—Usó esta propiedad como garantía.Su respuesta me tranquilizó aún más.—Si creen que tengo la obligación de pagar la deuda, adelante, denúncienme —les dije con calma.Hice una pausa y añadí: —Pero les advierto: si me pasa algo, ustedes serán los primeros sospechosos.No me asustaba enfrentar esto por la vía legal, lo que me preocupaba era que intentaran hacer algo sucio.Esta propiedad estaba únicamente a mi nombre, Sergio no pintaba nada aquí.Además, la cuenta donde se desembolsó el préstamo estaba solo a nombre de Sergio, yo no tenía nada que ver con eso.Para finalizar el asunto cu
Bajo la mirada de todos, fingí una sorpresa total y le pregunté:—Bruna, ¿es verdad lo que estás diciendo? ¿La doctora Castro y Sergio eran amantes? ¿Me fue infiel?Mi suegra, se dio cuenta que había metido la pata, se mordió los labios frustrada. Luego contestó de mala gana:—Sergio ya está muerto, ¿qué sentido tiene hablar de esto ahora?"¿Esta vieja cree que puede zafarse tan tranquila este asunto con una simple frase? ¡De ninguna manera!", pensé. Hice como si acabara de caer en la cuenta que fui engañada y empecé a lamentarme indignada:—O sea que Sergio nunca tuvo cáncer... ¿Fingió su muerte para fugarse con la doctora Castro? Por eso lo del episodio del río y después lo del cáncer terminal... Si me hubiera dicho la verdad sobre su infidelidad, yo no me habría negado al divorcio, no hacía falta llegar en realidad a estos extremos.En ese momento, cuando todas las cámaras me enfocaron, solté otra impactante bomba:—Con razón hizo un testamento tan peculiar, ¡nombrándome única hered
Lamentablemente, llegaron tarde. Sergio ardía en llamas, e incluso alzando sus brazos al cielo entre el fuego.Bruna, al ver la dantesca escena, soltó un grito desgarrador y se desmayó en el acto. Entre el caos, Mateo y Lucina corrieron a sostenerla. Ella le masajeaba el pecho y le buscaba el pulso, desesperada por reanimarla. Cuando volvió en sí, rompió a llorar y me señaló entre fuertes gritos:—¡Asesina! ¡Tú mataste a mi hijo!Al escuchar los gritos, las personas alrededor empezaron a aglomerarse. Algunos incluso sacaron sus teléfonos para grabar videos y hacer transmisión en directo.Con una expresión inocente, le respondí temerosa: —¡Por favor, Bruna! Entiendo tu dolor, pero no puedes inventarte mentiras. Sergio falleció por complicaciones de su cáncer terminal de hígado, y la doctora Lucina Castro era su médica. Es una eminencia del Hospital Santa Teresa y ella misma firmó el certificado de defunción. ¿O me equivoco?Sabiendo que me estaban grabando, mencioné a propósito el nom
Cuando Lucina regresó y vio la escena, se quedó boquiabierta. Sin darle tiempo a reaccionar, le dije con rapidez:—Doctora, mis suegros no se encuentran bien, ¿puede llevarlos a que los revisen? Entre tanto, yo me ocuparé de llevar a mi esposo al crematorio.Antes de eso, ya le había arrebatado el certificado de defunción de Sergio de las manos de Bruna. Con eso, podía quemar a ese desgraciado mil veces si quería.Lucina palideció y balbuceó al instante:—Yo conozco mejor los procedimientos del crematorio, puedo...Antes de que terminara, la interrumpí en seco:—Doctora, los trámites en el crematorio solo los puede hacer un familiar directo. Tú no eres nadie para Sergio, ¿o acaso firmaste el certificado de defunción?Lucina se quedó muda ante mis preguntas, sin saber qué responder. Bajo mi mirada insistente, su nerviosismo se hizo evidente.“¿Qué derecho tiene una amante a firmar y hacer trámites? ¡Sinvergüenza!”, pensé con enfado.En ese momento llegó el personal del crematorio. Sin p
Último capítulo